Bombero histórico
Hoyt Wilhelm telefoneó a su esposa Peggy una noche antes de su noveno aniversario de bodas y le preguntó qué le gustaría de regalo. La respuesta fue sencilla:“Algo bueno para mañana”. El pitcher de los Orioles cumplió al lanzar un juego sin hit ni carrera ante los ...
Hoyt Wilhelm telefoneó a su esposa Peggy una noche antes de su noveno aniversario de bodas y le preguntó qué le gustaría de regalo. La respuesta fue sencilla:“Algo bueno para mañana”. El pitcher de los Orioles cumplió al lanzar un juego sin hit ni carrera ante los Yankees el 20 de septiembre de 1958, un encuentro que apenas duró una hora y 48 minutos. Wilhelm realizaba su tercera apertura de la temporada y tuvo como rival de montículo a Don Larsen, quien dos años antes lanzó el único juego perfecto en una Serie Mundial.
La solitaria carrera del juego ante Yankees, que ese año sería campeón, fue por cuadrangular del catcher Gus Triandos. En la novena entrada y con dos outs, Hank Bauer intentó romper el sin hit con un toque de bola, pero la esférica salió de foul. El jardinero de los Yankees se llevó una rechifla de los más de 10 mil aficionados reunidos en la casa de los Orioles. La joya se completó al momento que Bauer pegó un elevado al segunda base. Fue el primer sin hit para un pitcher de Orioles.
Wilhelm comenzó su carrera en MLB a los 29 años con Gigantes de Nueva York en 1952. No lo realizó antes debido a que intervino en la Segunda Guerra Mundial, como artillero de la Marina de Estados Unidos. Esa experiencia fortaleció su disciplina y tenacidad, valores que trasladó al beisbol.
Era un experto en la bola de nudillos, lanzamiento que aprendió luego de observar una fotografía del agarre de la pelota que realizaba el pitcher Dutch Leonard. El efectivo lanzamiento, que parecía congelarse en el viaje y luego caer de forma abrupta, fue su sello, aunque también un martirio para los catchers. El mismo Gus Triandos llegó a cometer cuatro pasboles en un juego.
Aunque completó aquel doble cero, curiosamente la carrera de Wilhelm se desarrolló más como un apagafuegos. En su temporada de estreno terminó con récord de 15-3 y 11 salvamentos. Es el primer y único lanzador de relevo en ser líder de efectividad al tener un promedio de 2.43 en 159 entradas. También lo consiguió en 1959 con 2.19.
En la actualidad, mantiene el récord de más victorias para un relevista con 124.
En 1985, su trayectoria fue reconocida con el llamado al Salón de la Fama de Cooperstown. En su discurso de aquella ceremonia dijo que había cumplido tres objetivos en el beisbol: acudir al Juego de Estrellas, ganar una Serie Mundial y lanzar un juego sin hit ni carrera.
Al morir en 2002, se descubrió que en realidad había nacido un año antes de la fecha conocida, así que ya tenía 50 años al retirarse como pelotero.
El legado de Wilhelm no sólo está en sus sólidas estadísticas como apagafuegos, sino en cómo revolucionó el puesto de relevista.
Su historia de servicio militar, la superación personal y el brillo en los diamantes son una inspiración dentro y fuera del beisbol.
