Arturo Xicoténcatl

Arturo Xicoténcatl
El espejo de tinta

“Es algo que apesta”

22 de Marzo de 2024

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Es el 11 de agosto de 2001. Cruzan la línea de meta la rusa Olga Yegorova (15’03”39) y poco después Marta Domínguez (15’06”59), en la final de los 5,000 m lisos en el Campeonato Mundial de Edmonton. En el otro extremo del estadio, cargada hacia el lado izquierdo de mi posición, la inglesa Paula Radcliffe ondea una manta con una breve leyenda: denuncia que Yegorova se dopa. Años después, en el 2008, la Federación de Atletismo de Rusia sanciona a Yegorova y a otras atletas por emplear sustancias prohibidas. En España, a fines de 2015, el TAS desoye los argumentos de la Real Federación Española y sanciona a Marta Domínguez, “la reina y emblema del atletismo de España”, por dopaje y le invalida el título de 3,000 steeplechase que había ganado en Berlín 2009. Desfilan decenas de nombres de atletas que, en algún momento, su dopaje sorprendió al universo del deporte bajo diferentes circunstancias: el canadiense Ben Johnson, en Seúl; el pedalista Lance Armstrong; la muerte de Marco Pantani; el desvanecimiento del futbolista camerunés Marc-Vivien Foé ante las cámaras de TV, después del cual se afirmó que su fallecimiento fue por infarto. Esta semana, Letsrun.com, página especializada en atletismo, recoge una descarnada declaración de Noah Lyles, velocista estadunidense de 26 años, bronce en los JO de Tokio y ganador del oro en 100 y 200 m en el Mundial de Budapest 2023: «Todos menos una persona —entre los cinco sprinters más rápidos del planeta— han sido sancionados. Es algo que apesta». Se refiere a Usain Bolt, Asafa Powell, Yohan Blake, de Jamaica; Justin Gatlin y Christian Coleman, de EU. Los cuatro últimos fueron castigados por uso de sustancias prohibidas; Coleman, por no dar su ubicación para el examen sorpresa. Con una gota de malicia, la frase “todos menos una persona han sido sancionados” se podría orientar hacia otra vertiente. El tema lo hemos abordado bajo diferentes ángulos en diversas ocasiones, político, deportivo, social, bélico… A esos nombres se podría añadir decenas de atletas: Nesta Carter, Sherone Simpson, Veronica Campbell-Brown. Shelly-Ann Fraser, de Jamaica, y los diferentes criterios que se han empleado para sancionar a unos individualmente y a otros por países. Y la necesidad de que tanto el COI como las federaciones internacionales y la visión del TAS deben apegarse más a un conocimiento científico y menos elástico como el de permitir que algunos atletas consuman sustancias prohibidas autorizadas por médicos. El dopaje, una lacra en el deporte, potencia al atleta, lo cual altera las condiciones de la competencia y las hace favorables a los tramposos. Los castigos de cuatro años no disuaden a los atletas, entrenadores, doctores que hacen trampa, pues los primeros pueden recibir la oportunidad de competir en los siguientes JO. Las sociedades y los individuos han cambiado su forma de pensar y actuar. En el deporte deben buscarse sanciones más drásticas, incluso analizar la idea de enviar a la cárcel, como sugieren políticos alemanes. Los tramposos roban gloria, honores, dinero, récords.

 

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