Arturo Xicoténcatl

Arturo Xicoténcatl
El espejo de tinta

Bienvenido, Tokio

23 de Julio de 2021

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¡Ohayo gozaimasu! (Ojayo godaimas), ¡buenos días! La luz agonal olímpica baña a Tokio y al planeta. Los Juegos Olímpicos, la más hermosa, la fiesta deportiva universal, tras sortear más de un año de incertidumbre por la pandemia y resistir otras influencias de carácter político, económico, social, que pusieron en riesgo su celebración, se iniciaron hace unas horas con la presencia de unos once mil atletas de 205 países. La ausencia de espectadores en las tribunas no disminuye un tamo su trascendencia y significado de siglos, lucha, esfuerzo, afán de superación; transferencia de valores morales y de esfuerzo, constancia, juego limpio, a otras actividades humanas.

La llama olímpica fue encendida sin disipar el dédalo de estridentes opiniones adversas, y otras favorables, y con la enorme responsabilidad del gobierno japonés, para, con su pueblo y atletas, de declarar estado de emergencia con las restricciones necesarias sanitarias en un periodo que comprende los meses de julio y agosto. Puede considerarse, sin dramatismo, que la espada de Damocles oscila con la amenaza de la cancelación. Esa idea debe flotar y estar presente en todos los involucrados en la organización con el fin de anteponer el estandarte de la salud por encima de la misma competencia. Bajo otro prisma, es improbable que esto suceda, excepto por la irresponsabilidad de los visitantes.

Los JO siempre han sido iguales y siempre diferentes. Después de la Segunda Guerra Mundial, que borró los de 1940 y 1944, fueron diferentes los de Londres 1948 por la decisión del COI de impedir la asistencia de Alemania y Japón, no así la de Italia. Los JO proyectan y anuncian múltiples mensajes: cuando hay JO hay paz, no hay guerra. Diferentes los de Múnich 1972, por las siete medallas de oro de Mark Spitz como por la acción siniestra de Septiembre Negro. Acertada decisión del COI y Alemania, los JO no se suspendieron. Moscú 80 y Los Ángeles 84 lo fueron por el boicot producido por la Guerra Fría, que no ha terminado. Y los de Tokio 2021, por el covid-19 y los cambios de conducta en el ser humano con el fin de evitar el contagio.

Los de Montreal 76, cuando la Villa Olímpica, rodeada por una cerca de alambre y bucles con púas, era un búnker con soldados armados con rifles y ametralladoras, fresca estaba la imagen de la tragedia en la villa y la noche sangrienta en el aeropuerto muniqués. Nada comparable con lo que hoy se pueda presenciar en Tokio. Hay atletas que van a quejarse de sentir que viven en una prisión y otros de los trámites en el aeropuerto. Voces de plañideras como aquellas personas que van a la playa a manifestar desagrado por el calor y lo quemante de la arena.

Imposible evitar expresiones egocéntricas, inútil explicar que se trata de una medida global sanitaria para el bienestar general. Los tontos e irresponsables deben ser regresados a sus casas.

 

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