Broncas en MLB

Justamente cuando terminamos junio y viene el Juego de Estrellas, este próximo 19 de julio en el estadio de los Dodgers, en Los Ángeles, un tema llama poderosamente la atención. Vaya reyerta se armó entre los Marineros de Seattle y los Angelinos, el pasado ...

Justamente cuando terminamos junio y viene el Juego de Estrellas, este próximo 19 de julio en el estadio de los Dodgers, en Los Ángeles, un tema llama poderosamente la atención.

Vaya reyerta se armó entre los Marineros de Seattle y los Angelinos, el pasado domingo.

¿Los ingredientes? Los usuales: casi siempre es un pelotazo. Aquí la cuestión es que el sábado en la noche le arrimaron fuego con una pichada a la cabeza del ídolo, Mike Trout, y eso no pasó desapercibido.

El domingo, temprano en el juego, el pitcher angelino Andrew Wantz le acercó también el casco (peligrosísimo proceder) al jardinero Julio Rodríguez y ya derramó el vaso otro pelotazo a Jesse Winkler. Se armó tal batalla que hubo ocho expulsados del juego, para una posterior suspen­sión para doce de los involucrados.

Olvidemos si están en contención o no los equipos en pugna (ambos tienen marca perde­dora), pues esto puede pasar entre un líder y un sotanero, siempre y cuando exista ese ingredien­te mencionado: pelotazo o barrida o —nos faltó uno— ese “joseo” o “perreo”, que es cuando les dicen cosas de más o festejan un batazo presumi­blemente vuelacercas.

Lo peor de todo fue para los Angelinos, con su lanzador derecho, Archi Bradley, lastimándose el codo (posible fractura), para quedar fuera dos meses, todo por saltar rápido a la bronca, en esos códigos no escritos del beisbol, donde nadie puede faltar a los empujones, zapes y a la trifulca en sí, so pena de ser mal visto por el resto del plantel.

Para los californianos, quedarse sin el maneja­dor Phil Nevin, suspendido por 10 juegos, es algo drástico, por su participación evidente tanto en las instrucciones como en el penoso episodio en sí.

¿Por qué mencionamos todo esto sobre una bronca más en los diamantes? Por el hecho de ob­servar a algunos aficionados a quienes les fascinan las explosiones entre los equipos a medio juego, hagamos de cuenta que el morbo incrementa en un 300 por ciento. Otros aficionados temen que se lesione su pelotero favorito y, seamos realistas, a los noticieros (especialmente a los sensaciona­listas) les viene de maravilla reproducir hasta en cámara lenta los guamazos que se reparten dos planteles de las Grandes Ligas.

Es una pregunta que siempre nos hemos hecho: ¿algún día en las Ligas Mayores prohibirán absolu­tamente estos encontronazos?

Se ve imposible, aunque, con el actual comisio­nado, Manfred —quien, al parecer, quiere un juego con sacarina y no con café de olla—, todo pudiera ser. Finalmente, el beis es un juego de emocio­nes: cosa de ver a Freddie Freeman regresando al campo de Atlanta.

MLB debería preocuparse más por los Rayos de Tampa, ésas también son bronc(ot)as.

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