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Comisionada

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

Una vergüenza. En un periodo en donde los simbolismos parecen importar muchísimo: ¿qué nos dice la toma de protesta de la nueva presidenta de la CNDH? Las formas, el fondo. Terrible. Con qué facilidad se golpean las instituciones. Qué gratuito.
A la que tendría que ser una de las piezas del Estado más sólidas, a la que tendrían que apostar por la impermeabilidad ante cualquier signo de duda, le han hecho una de las mayores afrentas. Un golpe durísimo que lejos de abonar a su salud, le provocó una herida que sólo al pasar del tiempo veremos si no deja cicatriz.

Y la primera interesada en evitar esto tendría que haber sido la propia Rosario Piedra Ibarra. Quien no sólo llega desdeñando el trabajo de su antecesor, sino que también decidió que asumir el cargo entre empujones y desconfianza era lo ideal para dar solidez a la Comisión que encabeza.
Al fin que sólo es la de Derechos Humanos.

Irónica postal. Quienes en 2006 argumentaron ilegalidad se encargaron de pavimentar el camino para este nombramiento que pudo ser un ejemplo de transparencia sólo con el compromiso real de una nueva votación. Lo habían prometido. Lo mandaron al Diablo al momento de votar.

Curiosamente, el rechazo de senadores del PRI y el PVEM fue contundente para acabar con la posibilidad de un nuevo sondeo. Sin embargo, ello no resta responsabilidad a los morenistas, quienes se aferraron todo lo que pudieron para esquivar una nueva votación, ¿por qué no hacerla desde el segundo uno tras el arribo de la duda?

Ellos, que presumen un ADN más afín a la transparencia, debieron dotar de ella al proceso. El gobierno que se ha comprometido a resolver casos como Ayotzinapa, que no podrá encontrar desenlace sin un trabajo riguroso de la CNDH, debió apostar aquí todo su capital de honestidad.

A falta de credenciales, otro de los temas de los que   se habló tras su nominación, Piedra Ibarra estaba obligada a acreditar su llegada de la manera más digna posible. No bastan los antecedentes familiares. Tampoco la unción presidencial. Otro más de los malos síntomas de esta designación.

Decían, dicen que son distintos, que no representan un régimen de corrupción ni dedazos; que son hoy tiempos en los que se explica y se expone. Lo que vimos en el Senado nos hizo recordar lo que atestiguamos hace doce años, pero con papeles invertidos.

Y ni hablar de la respuesta con la que Piedra Ibarra se estrenó:“¿Han asesinado periodistas?”, cuando un reportero la cuestionó sobre otro de los grandes pendientes en materia de Derechos Humanos en México, los trece homicidios de compañeros colegas en lo que va del sexenio en éste, el país más peligroso para ejercer esta profesión.

A pesar de que afirma no tener sesgo morenista, la forma en que “compuso” su declaración, fue haciendo referencia a lo que ha sucedido en otros gobiernos.
Porque la consigna parece ser que todo estuvo peor antes. Peor o igual, a pesar de las promesas.

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