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Entre el odio y la redención

Víctor Manuel Torres

Víctor Manuel Torres

CUARTO DE FORROS

 

El estentóreo anuncio de este único sobreviviente de una cruenta guerra civil es contundente, letal. Desde lo alto, su voz, envuelta en lumbre, advierte algo terrible: “¡Todos los ángeles están muertos!”. Y, por si quedaran dudas, por si no se hubiera entendido la gravedad de la situación, repite la frase, y lo hace con mayor volumen y claridad: “¡Todos los ángeles están muertos!”. Y si todos los ángeles murieron, ¿qué nos queda? ¿A qué aferrarnos? ¿A quién dedicarle una plegaria para conservar la vida?

Más allá de ello: ¿a quién le está brindando el trágico anuncio este hombre deshumanizado que emerge de las ruinas con el cuerpo martajado y el espíritu podrido? ¿Quién o quiénes son los receptores de tan hostil informe? Nadie y todos, aunque en realidad el anuncio es para sí mismo, como un exorcismo, un conjuro, una manera de clausurar, pacíficamente, una vida que se fue consumiendo entre las llamas de un conflicto bélico, cuyo sustrato fue el odio entre iguales.

Este hombre, presa de la soledad y en la antesala de la insania mental, es el protagonista del monólogo Ejecutor 14, una obra de teatro escrita hace 30 años por el dramaturgo franco-libanés Adel Hakim, nacido en El Cairo en 1953 y fallecido hace justo dos años en territorio galo.

Entre el cielo convertido en una hostil llamarada y los constantes y aterradores disparos de las “clachincas” –cuya pronunciación remite a los tristemente célebres fusiles de asalto Kalashnikov o AK-47–, este hombre, más piltrafa que soldado, cuenta su historia y cómo ésta se desvirtuó, se fue quebrando y se despeñó. Lo que más desea es ganar la redención a través de la confesión.

Y el solitario y quebrado personaje –interpretado por el actor sonorense Osvaldo Sánchez– arranca así su perorata, que a estas alturas es lo único que le queda, lo único que lo sostiene, la única posesión que no le arrebató la barbarie: “No, yo de pequeño no era cruel. A las ranas no les cortaba las patas de atrás con piedras, no metía cigarros encendidos en la boca de las lagartijas, no les abría las tripas para saber qué había dentro, jamás he arrancado las patas de las moscas, aunque no les duela”.

Luego relata sus días infantiles, felices. Jornadas inolvidables e iluminadas por el candor de la familia y la fraternidad. Pero ese mundo idílico sólo vive, desvencijado, en el recuerdo de este niño que mutó en un guerrero despiadado y cegado por el rencor. Su crecimiento y madurez van aparejados con la violencia que, pulso a pulso, gana terreno en su nación, hasta que por fin se desata y asienta su imperio.

Esta historia fue escrita en el contexto de la guerra intestina del Líbano, pero es claro que podría referirse a cualquier lugar del mundo en el que la guerra y la desesperanza funjan como timoneles.

¿Podría ser un lugar de México? Desde luego que sí, aunque definir un sitio no resulta ya relevante. Lo que queda al final es una necesaria revelación por parte de este andrajoso misántropo que contiene la ira, pero que, con su sombrío testimonio a cuestas, no aleja el dedo del gatillo y no deja de apuntarse a sí mismo.

La obra Ejecutor 14 –traducida, adaptada y dirigida por David Psalmon, y montada por las compañías TeatroSinParedes y Mono Teatro– se presenta en el foro La Teatrería (Tabasco 152, colonia Roma Norte). Y tendrá funciones hasta el próximo primero de septiembre: el viernes a las 21:00 horas, y sábados y domingos a las 19:00 horas.

 

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