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No hay manera con Gertz Manero

Vianey Esquinca

Vianey Esquinca

La inmaculada percepción

En enero de 2019, Alejandro Gertz Manero fue elegido por el Senado como el primer fiscal general de México. Se abría una nueva etapa en la investigación y la persecución de los delitos federales o, al menos, eso se suponía que debía suceder. Pero es claro que el hombre pone y el Presidente dispone.

A más de dos años y medio de su llegada a la Fiscalía General de la República, el abogado por la Libre de Derecho ha demostrado que no es más que un común y corriente procurador general, igualito a los que había en sexenios anteriores y que nunca ha estado a la altura de las expectativas del cargo ni de lo que se esperaba de la institución.

Se dijo que la fiscalía sería autónoma, pero basta una palabra de Andrés Manuel López Obrador para que la fiscalía y su titular se muevan a su ritmo y cumplan sus instrucciones. Si se trata de castigar a sus detractores o perseguir a sus enemigos, la FGR hace el trabajo sucio.

Se suponía que el fiscal debería ser apartidista, pero no ha tocado ni con el pétalo de una rosa a los morenistas acusados de corrupción, incluso a los familiares del Presidente que han sido encontrados con las manos en la masa, o en el dinero.

Durante su comparecencia como parte del proceso para que el Senado eligiera al fiscal general de la República, Gertz Manero dijo que trabajaría para que no existiera: “un solo caso que no se conozca a plenitud ni una persecución más ni un ocultamiento más ni un encubrimiento”. Aquí es donde suenan las carcajadas grabadas, porque todo en la fiscalía ha ido en dirección contraria.

Señaló que defendería a las víctimas, pero no explicó que la única víctima a la que defendería es a él mismo. Por eso es que ha utilizado su poder para perseguir a quien fuera pareja de su hermano y a su familia, metiendo a la cárcel a Alejandra Cuevas; también estuvo involucrado en los conflictos de la Universidad de las Américas, donde tiene un interés personal.

Dijo también que “esta nueva institución (la FGR) tiene un deber y una obligación de capacidad, de eficiencia, de control, de operación, que no es la tradición de lo que han sido las instituciones de procuración en México”, pero es claro que el fiscal ha seguido con esa bonita tradición de fracaso tras fracaso.

Gertz Manero debería ser conocido como #LordCriteriosdeOportunidad, pues todo indica que su único mecanismo de investigación es hacer que otras personas delaten. Eso lo ha llevado a tener ridículos, como el caso Odebrecht y Emilio Lozoya. Pero hasta cuando logra acuerdos, éstos se le caen por lo mal armados, tal y como sucedió con el caso Alonso Ancira y Altos Hornos.

Por si no fueran suficientes los fracasos profesionales, también está acusado de haber cometido plagio (aunque él, por supuesto, lo negó) y de haber finalmente llegado al Sistema Nacional de Investigadores (SIN) ya cuando era fiscal, después de haber sido rechazado ¡en cinco ocasiones! por no cumplir requisitos.

Y el último clavo al ataúd de su reputación es la saña con la que está persiguiendo a académicos y científicos, un caso que refleja de cuerpo entero al también doctor en derecho: subordinado, vengativo e incapaz.

Gertz Manero tenía la oportunidad histórica de asegurar que la FGR rompiera con los pactos de impunidad y corrupción, de trabajar sin vínculos económicos y políticos que le dijeran qué hacer y cómo actuar. La tenía, era suya… y la dejo ir, y no hay esperanzas de cambio en el mediano ni largo plazo, porque fue elegido por nueve años, así que será hasta 2028 cuando diga adiós al cargo. Pobre país.

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