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La comunicación soy yo (y todo lo demás también)

Vianey Esquinca

Vianey Esquinca

La inmaculada percepción

Andrés Manuel López Obrador decidió no sólo gobernar el país, sino llevar bajo sus hombros todo el peso de la comunicación, con todo lo bueno y lo malo que esto implique.

Tal como lo hizo cuando era jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, el tabasqueño pone agenda con sus conferencias matutinas, centra la conversión y responde cuanta pregunta se le hace. Es el punching bag de todo lo que sucede. Los secretarios o funcionarios que aparecen junto a él en las matutinas parecen edecanes a punto de pasarle el agua o corregirle el micrófono, son, en la mayoría de las veces, floreros desmañanados con sus cabecitas agachadas, esperando la instrucción de su jefe para hablar.

El morenista rompe con todas las teorías de comunicación que señalan que a la cabeza de una organización debe mantenérsele fuera de la polémica, y dejarla como última medida, pues después de esa figura no hay nadie a quién corregir.

Las grandes crisis que ha vivido hasta el momento el Gobierno Federal: cancelación del aeropuerto de Texcoco, la muerte de la gobernadora de Puebla y su esposo y ahora el desabasto de gasolina, han sido enfrentados por López Obrador en su totalidad.

La gran pregunta es si esto ha sido la mejor estrategia. La respuesta es sí, al menos hasta ahora. En el último caso, el del huachicogate, las encuestas publicadas por el periódico Reforma y Gabinete de Comunicación Estratégica señalan que la gente reconoce que las fallas en la distribución de la gasolina y el desabasto provocado es producto de una guerra contra los huachicoleros. El morenista ha logrado crear una narrativa que la gente cree, logró tener un enemigo y homologar a la gente en contra de él.

¿Cuánto durará esta situación de desabasto? Lo que tenga que durar, ha dicho el Gobierno Federal; ¿cuánto le durará a López Obrador la simpatía ciudadana? Esa siítiene fecha de caducidad. Entre más tiempo pase, y se vayan incrementando los costos asociados a no tener gasolina o diesel, la comprensión de la gente va a empezar a disminuir. Si además, el huachicoleo no acaba o disminuye significativamente; si no se mete a los culpables a la cárcel, entonces todo jugará en contra del morenista.

Por lo pronto, López Obrador no sólo ha cambiado la forma de comunicar del Gobierno Federal, con el tema del desabasto le ha dado un nuevo significado a las cosas. Ahora Daddy Yankee se ha convertido en el nuevo Javier Solís y su canción Gasolina pasó de ser un reguetón a una romántica canción de amor. “A ella le gusta la gasolina, dame más gasolina, como le encanta la gasolina, dame más gasolina…” La forma de enamorar a una mujer ya no es con flores ni chocolates, sino con un bidón de gasolina. Entre más litros, más amor.

Hoy, los hombres vanidosos ya no quieren tener el mejor carro, sino el tanque lleno. La atracción ya no se mide por sex-appeal, sino por sex-oil.

Las costumbres de los mexicanos también han cambiado, decir dónde hay gasolineras abiertas y sin filas se ha convertido más peligroso que filtrar dónde está el alcoholímetro, porque de inmediato la locura se apodera de la gente.

“Estar a medio gas” no significa que alguien está bajo de energía, sino al contrario, que es de los privilegiados que tiene todavía cómo circular. La situación que se está viviendo en varios estados ha provocado que el desperdicio de la gasolina sea más grave que el del agua. Por eso la policía está detrás de los tragafuegos que se encuentran en las esquinas pidiendo una moneda. Ellos, de la noche a la mañana, se convirtieron en unos derrochadores irresponsables.

 

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