Cuando el naturalista George Shaw vio el primer espécimen conservado de ornitorrinco en 1799, sospechó que se trataba de un truco de los taxidermistas orientales, quienes solían vender a los crédulos marineros torsos de monos hábilmente unidos a colas de pescados, como si fueran quimeras reales.
Nuestro Presidente ha dicho que no quiere comprar maíz amarillo a EU porque no quiere organismos genéticamente modificados (OGM) o transgénicos porque “nos van a enfermar y vamos a hacer a un lado nuestros maíces nativos”. ¿Será verdad?
QUIMERA
El maíz transgénico es una auténtica quimera. Es un cereal cuyos genes han sido deliberadamente manipulados para incorporar material genético de otros organismos, incluso pertenecientes a distintos reinos. Por ejemplo, dos son los maíces transgénicos más famosos y de los que se ha detectado presencia en nuestro país: un maíz tolerante al herbicida glifosato (NK603) y otro resistente a ciertas plagas (MON810). Uno de los procedimientos para desarrollar el maíz resistente a las plagas implica crear una munición de partículas de oro o tungsteno que es, literalmente, disparada al cromosoma del embrión inmaduro de la planta, previamente asociadas a genes de una bacteria, la Bacillus thuringiensis, la cual aporta la característica bioinsecticida a la planta: una proteína que, al mezclarse con las enzimas digestivas de los insectos que se las comen, se transforma en una toxina que los mata. Para reparar y pegar el ADN roto tras el disparo se incluye en la munición la enzima de un virus. En resumen, ese maíz contiene genes de tres organismos que en la naturaleza nunca tendrían intercambio genético: una bacteria, un virus y una planta.
SALUD
En México, el maíz amarillo se usa como forraje, casi todo, o como insumo industrial. Cuando los genes son ingeridos por el ganado se degradan en sus estómagos y se desintegran, así que el consumo indirecto parece ser bastante seguro, salvo por una técnica alternativa de confirmación de éxito (en desuso) que genera sospechas porque implica la inserción adicional de genes de resistencia a antibióticos. Si bien hay casos documentados de muertes y daños a la salud de tipo “subclínico”, relacionados con el consumo directo de OGM, no se encuentran (al menos, yo) casos concluyentes o que no hayan sido refutados. Hay otro riesgo indirecto: la resistencia del NK603 incentiva el uso de glifosato y sus efectos dañinos sí están confirmados. Para nuestra tranquilidad, el maíz blanco, con el que en México hacemos más de 600 preparados alimenticios y bebidas, no es transgénico. Es al que desde hace una semana se le aplica un polémico arancel a la exportación del 50% para favorecer que se quede aquí e intentar contener el precio de la tortilla.
BIODIVERSIDAD
El riesgo para la biodiversidad es claro. El peligro de transmisión no intencional de secuencias genéticas a variedades silvestres en México, considerado centro de origen y diversidad genética del maíz porque concentramos la mayor diversidad de maíz del mundo, es real, ya que se da la polinización cruzada repetida, es decir, las plantas de maíz transgénico podrían polinizar plantas convencionales, aunque no estén cerca. Encima, resulta que los transgenes están patentados, por lo que, si se transmite un gen patentado a la cosecha de un agricultor, éste podría ser demandado (ya se han dado casos en Estados Unidos). Y, aunque está prohibido, se puede hacer que las semillas no sean fértiles de una cosecha a otra (popularmente llamadas: semillas “terminator”). O sea que sí amenazan a nuestros maíces nativos domesticados.
¿Verdad que el ornitorrinco ya no parece tan extraño?
