El subcontinente, amenazado

Los amagos trumpistas no cesan y la agresión a Venezuela muestra que la estrategia es clara: primero se amenaza, luego se pasa a los asesinatos, en este caso de tripulantes de lanchas en alta mar, y finalmente —y espero equivocarme— ocurre la agresión en el territorio del país. Hasta ahora, ése es el guion.

Para Ciro, a quien se hizo justicia.

Hay en Latinoamérica un marcado giro hacia la derecha e incluso a la ultraderecha. En la reciente elección presidencial en Chile, el triunfo del pinochetista José Antonio Kast muestra que el gobierno de centro izquierda de Gabriel Boric no respondió a las expectativas del electorado o, para decirlo en términos más claros, no pudo con el paquete.

Con un sistema electoral que se resuelve con dos votaciones, no es poca cosa el resultado final, pues en la primera vuelta Kast sólo recibió 23% del sufragio, en tanto que Jeannette Jara, la candidata comunista, consiguió 26.85 y ahora poco menos de 42% frente al contundente 58.1 de su contrincante.

Dicho de otra manera, en la primera vuelta las derechas se presentaron atomizadas, pero en la segunda, cuando sólo quedan con vida los dos candidatos que obtuvieron más votos, se mostró que el electorado se ha ido a la diestra, decepcionado de la incapacidad de Gabriel Boric para mejorar las cosas en la sociedad chilena.

Algunos analistas atribuyen el triunfo de Kast a que su discurso fue menos extremista que en la elección de hace cuatro años, cuando se exhibió plenamente como lo que es: un irredento partidario de Pinochet, a quien elogió públicamente. En aquella campaña propuso perseguir a los izquierdistas y a la comunidad LGTB y prometió reducir el marco legal del aborto.

Ahora, Kast puso el acento en combatir la delincuencia, en la que engloba a los inmigrantes “irregulares”, algo que lo muestra como un émulo de Donald Trump. En esta campaña se cuidó de mostrar su adoración por el archicriminal Augusto Pinochet, pero lo primero que hizo una vez asegurado su triunfo, fue entrevistarse con el igualmente facho Javier Milei, lo que refrendó su identificación con las mismas causas y métodos del mandatario argentino.

Se puede atribuir a diversas razones el triunfo de Kast, pero el aporte principal está en la ineptitud de Boric para mejorar las condiciones de vida de los chilenos, agobiados por la inseguridad y la caída de los niveles de vida, como ocurre en la abrumadora mayoría de los países latinoamericanos, donde hemos presenciado que la derecha arriba al poder de un modo u otro, con elecciones o sin ellas, con respeto a la legalidad o en contra de toda norma. Y lo peor es que los pueblos, por ahora al menos, se muestran incapaces de contrarrestar el auge de la derecha y la ultraderecha.

En ese clima, los estrategas de Washington consideran que es hora de volver a las andadas en el más rancio estilo intervencionista de Estados Unidos. Para confirmarlo, basta seguir el palabrerío amenazante de Trump contra todos, México incluido, y ahora la agresión militar directa contra un país soberano como Venezuela.

Nicolás Maduro lejos está de ser un demócrata, pero seguramente, ante la agresiva verborrea trumpista, ha ido ganando base social dentro de su país, pues pocos venezolanos estarán de acuerdo con Corina Machado, premiada con el Nobel de la Paz pese a que, más de una vez, ha mostrado sus simpatías por una intervención gringa en el país donde nació.

Donald Trump ha ido escalando en el intervencionismo contra Venezuela y el palabrerío ofensivo contra Colombia y otras naciones, como México, al que un día sí y otro también amenaza invadirlo con el pretexto de combatir a las bandas del narcotráfico, ante las cuales fue algo más que blandengue Andrés Manuel López Obrador.

Hasta ahora, Claudia Sheinbaum ha sabido torear al rinoceronte, quien más tarda en acordar una cosa que en contradecirse porque al tipo le importa un cacahuate la normatividad internacional y aun la de su propio país, como lo ha demostrado repetidamente.

Pero los amagos trumpistas no cesan y la agresión a Venezuela muestra que la estrategia es clara: primero se amenaza, luego se pasa a los asesinatos, en este caso de tripulantes de lanchas en alta mar, y finalmente —y espero equivocarme— ocurre la agresión en el territorio del país. Hasta ahora, ése es el guion.

México está a la intemperie y cualquier día nos despertaremos con la triste novedad de que tropas o aviones gringos están sobre nuestro territorio, lo que obliga a ser más cautos en materia de concesiones y preparar a la población para resistir.