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Paridad sin igualdad política

Ruth Zavaleta Salgado

Ruth Zavaleta Salgado

Zurda

El 17 de octubre de 1953 se publicó el decreto de reforma al artículo 34 constitucional, mediante el cual se reconoció el derecho a votar y ser electas de las mujeres mexicanas en el ámbito federal y, pudieron participar en el proceso electoral de 1955. Pero, fue desde 1922, que, mediante un decreto local, las mujeres empezaron a ejercer sus derechos políticos en Yucatán, cuando gobernaba el socialista Felipe Carrillo Puerto. El decreto se derogó en 1924 cuando su autor fue asesinado, pero, otros estados también siguieron su ejemplo. De esta forma, el 17 de febrero de 1947 se publicó una reforma al 115 Constitucional que reconoció el derecho del voto pasivo y activo de las mujeres en toda la República, pero, sólo en el ámbito local: “…en las elecciones municipales participarán las mujeres en igualdad de condición que los varones, con el derecho de votar y ser votadas”.

No obstante que las mujeres ya tenían derecho a ser electas para las representaciones populares, los partidos políticos (que desde 1946 tenían la hegemonía de las candidaturas), no las incluían. De esta forma, la lucha de las militantes dentro de los partidos era por lograr ser candidatas. Esto se pudo realizar paulatinamente mediante las cuotas de género que se incorporaron en el código electoral a partir de 1993. Pero, sólo en los espacios de representación proporcional o plurinominal. La discriminación contra las mujeres en el ámbito político se tradujo en una resistencia de las élites partidarias para que las mujeres encabezaran las listas, por el contrario, ellas ocupaban los últimos lugares. Tampoco en las candidaturas de distrito (si lograban la candidatura) tenían mucha oportunidad de ganar porque eran asignadas a los distritos de menos éxito de cada partido.

Por su parte, los ciudadanos que asistían a las urnas en los procesos electorales, tenían poca o nula confianza de votar por las mujeres para los cargos de representación popular. Raramente una mujer era electa en su distrito electoral o en la presidencia municipal. Ya ni se diga en las candidaturas de gubernaturas o de la Presidencia de la República que siguen siendo espacios mayoritariamente para los hombres. Pero, después de la sentencia de género 12624 de 2011, emitida por la Sala Superior del Tribunal Electoral, los partidos políticos fueron obligados a cumplir la cuota de género para registrar todas sus candidaturas. Esto originó que creciera la conformación numérica de legisladoras en el Congreso de la Unión y con ello impulsarán la reforma constitucional de paridad política en el 2014 que, a su vez, produjo la actual conformación paritaria del Congreso de la Unión y los congresos locales.

Sin embargo, sin demeritar el avance que significa la conformación numérica paritaria de las Cámaras del Poder legislativo, esto no ha significado la igualdad política de las mujeres. Ellas siguen siendo excluidas de los espacios institucionales en donde se toman las decisiones. Si bien es cierto, que de las 34 Cámaras de legisladores (Senado, de Diputados y Congreso locales), en este momento 17 son presididas por mujeres, en el caso de las Juntas de Coordinación Política (Jucopo), sólo seis tienen esta condición. La Jucopo se integra por los líderes de las fracciones parlamentarias y, es la instancia en la que se toman las decisiones más relevantes del Poder Legislativo. Incluso, es en ese espacio en donde se acuerda la agenda con la que se desarrolla cada sesión del pleno de las cámaras. Para muestra basta un botón, de 11 líderes parlamentarios en el Senado, sólo cuatro son mujeres, y en la Cámara de Diputados sólo una de ocho.

Otro indicador de que las mujeres no tienen la misma oportunidad que los hombres para tomar decisiones en el Poder Legislativo es el número y tipo de comisiones ordinarias que presiden: 22 de 46 en el Senado y 20 de 46 en la de Diputados. Las comisiones ordinarias más relevantes son las relacionadas con el Presupuesto, Hacienda, Fiscalización de la Cuenta Pública, Seguridad Pública y de Justicia. Si revisamos quién las preside en cada una de las 34 cámaras, nos daremos cuenta de la resistencia que prevalece tanto en el ámbito federal como en el local para alcanzar la verdadera igualdad política de las mujeres. Ya ni siquiera vamos a escribir de las presidencias de los partidos políticos que, en el año de la paridad, ninguno es encabezado por una mujer.

 

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