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Una cátedra de oficio político

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

Cuando cumplí 13 años, mi padre, el licenciado Andrés Peralta Santamaría, abogado guerrerense y hoy profesor universitario jubilado, me obsequió un libro de Julio Payot, escrito en 1884, por quien fuera el rector de la Universidad de Aix-Marseille, La educación de la voluntad. El texto se enfoca en la propuesta para crear un personaje joven, fuerte, con capacidad de resistir a tareas exhaustivas y sin caer en las terribles garras de la abulia (falta de voluntad o de energía para hacer algo). “Es lamentable tener jóvenes que carezcan de métodos para alcanzar su propio dominio”, señaló en 1893.

Ese protagonista es amante de la libertad, porque ha sabido domarla, aprecia ser justo porque puede hacerlo con equilibrio. Más allá de una condición sicológica, por factores internos y externos; la voluntad es paralela al libre albedrío, se separa del carácter innato que, aunque existente, por cuestiones fisiológicas y genómicas, no habría en la educación el remedio para combatir las conductas erróneas de la humanidad.

De la educación de la voluntad nadie se ocupa en las escuelas formalmente, es algo que, de manera intrínseca, en la juventud se aprende para fomentar el dominio del individuo sobre sus pasiones y el triunfo final de aquél sobre la vida.

Hay que cultivar la inteligencia y la voluntad de manera paralela, en principio en uno mismo, pero, sobre todo, en los educandos, sean familiares o alumnos, ambos, al final, son merecedores de nuestro más puro amor.

Me ha inspirado esa añeja, pero vigente lectura, lo que para mí significa el oficio político; no es otra cosa más que el equilibrio diplomático del más alto nivel de la convivencia social. El ejercicio pleno de la política civilizada. Una visión de ejercicio de poder emancipador.

Calígula decía: “Ojalá los romanos tuviesen una sola cabeza para decapitarlos de un solo tajo”. Es un claro ejemplo de la aversión al esfuerzo del ánimo, es apatía, es la incontinuidad del esfuerzo. También es ignorancia y desequilibrio emocional.

Los cambios profundos requieren de la aplicación y ejemplos de política sana y de sanos políticos. Necesitábamos en México reformas institucionales para hacer las cosas diferentes, la mala gobernabilidad ha desmembrado al país entero, estamos comenzando a unir las piezas. Pero se comienza con la reconciliación.

La ausencia de la cultura de la legalidad es resultado de la impunidad y la corrupción. El clientelismo se acostumbró a los enormes bocados del erario, los negocios y la política como siameses hermanados por el dinero sucio, todo ello bajo el auspicio de la crisis de liderazgos con alto valor moral. Todo esto tendrá que desterrarse de México.

La ética de los tomadores de decisiones en el México de la 4ta transformación es un elemento de alta responsabilidad moral para, en verdad, juntos, escribir la historia.

Hay que reconocer a la política como un oficio, uno de los más difíciles de la humanidad y quizá de los más desprestigiados; en México se ha hecho mala política desde el gobierno. Negar realidades, falsearlas, infundir miedo y perseguir injustamente causó mucho daño, pésima gobernabilidad. Ahora se tiene que refrescar la política.

Hay que ser patriotas, no sólo amar al país que deseamos, sino reconocer dónde hay un guía, dónde el líder comienza dando ejemplos de cómo se hace la política y replicarla en cada trinchera, quién tiene una lógica de gobierno, dónde existe juicio político y estatura; dónde, a pesar de las presiones, hay siempre respuestas; dónde se crean coaliciones oportunas, se hacen alianzas; dónde se transforman instituciones para legarlas a las generaciones por venir; dónde hay mejores capacidades, actitudes y valores, eso es hacer a la patria mexicana.

Tender la mano en el triunfo a los vencidos es de los mayores rasgos de magnificencia e inteligencia emocional. Andrés Manuel López Obrador, el día 8 de agosto, será presidente electo de todos los mexicanos, desde el 1 de julio ya nos dio una cátedra de oficio político.

 

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