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Primero los pobres

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

 

En el último periodo de análisis estadístico, México tiene 52.4 millones de pobres, subieron prácticamente tres millones más este año. Estos números alarmantes nos señalan la prioridad enorme que justifica toda política social pensable. Las estrategias para abatir la pobreza significan luchar contra el hambre; es una acción humanitaria, popular, nacionalista y de congruencia con la Cuarta Transformación del país.

Los pobres de México no fueron atendidos. Hoy, la inmisericorde política que devastó a la población sólo benefició a unos cuantos elitistas; esto a razón de un sentimiento ignorante, insensible y torpe. Como si el no atender a los más necesitados no tuviera consecuencias futuras.

Este gobierno se ha esforzado en fortalecer los servicios de salud, la calidad de la vivienda, el apoyo a los campesinos sin intermediarios, ir extinguiendo e inhabilitando al charrismo de la extorsión, de los supuestos liderazgos; eso es el huachicoleo en contra de los más desprotegidos, de los históricamente abusados, ahora se escribe una historia distinta para ellos.

La alimentación y la educación también deben ser una garantía, como la seguridad pública o la gobernabilidad. Tan importante es ir a la escuela como ir bien alimentado y no perder la vida en el intento. De ese tamaño es el reto que tiene este gobierno. Nunca más administrar crisis ni hacerlo en comparsa con algunos medios de comunicación a modo, sino actuando con el resultado donde la gente vea el beneficio inmediato, la reorientación de los presupuestos públicos, el respeto a la soberanía de nuestro país, a la seguridad jurídica de la propiedad privada, el principio de inocencia, la garantía de legalidad, la certeza jurídica, el respeto a la división de poderes, la libertad de expresión y, por encima de todo, a nuestras instituciones jurídicas.

Podemos reconocer las múltiples vocaciones que en el país radican, las cuales construyen un gran mosaico nacional. Tenemos que reconocer a México, en el pasado le falló el gobierno. Hubo una enorme traición. La gente se empobreció mucho más que antes y mucho más que nunca. Por ello, tenemos que dar marcha atrás. Nunca más tener las condiciones para que vuelva a suceder en México. El país renacerá cuando las clases oprimidas se desarrollen junto con los que propician los desarrollos y nunca más sin los desprotegidos.

Por ello —con independencia de reconocer que el empresariado y las inversiones son fuente de confianza al país y de garantía de un Estado fuerte— no se debe perder de vista que el gran objetivo es preservar la base social, es fortalecer al municipio, es sanar el tejido social desde la familia (en todas sus variedades), es saber que México siempre será más fuerte si su cimiento social está feliz y tiene promesa de desarrollo, lo cual está por cumplirse. Por ello, primero los pobres.

 

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