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Pandemia con tufo de autoritarismo

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

En un país de Europa oriental se emitió un decreto para otorgar poderes plenipotenciarios a su presidente. De corte ultraderechista, se extendió sin límite el uso de facultades gubernamentales en virtud de la pandemia. Una tercera parte del parlamento es de oposición, por lo que lograrlo se hizo sin esfuerzo. Según medios internacionales, su libertad de prensa está sujeta a censura, la amenaza latente es la de coartar cualquier manifestación contraria al gobierno a través de la represión, incluso la privación de la libertad.

Las medidas se consideran metaconstitucionales, propias de conductas dictatoriales. En la coyuntura mundial, el autoritarismo puede ser otro virus que contamine las democracias históricas.

El hambre con que los ultraconservadores añoran la aplicación del Estado de excepción se percibe como única medida de control de la población; la desaparición de poderes, figura constitucional que existe, debe ser la última de las alternativas que el gobierno debe ejecutar; primero hay que informar y concientizar, convencer. Mesura, sobriedad y prudencia, elementos básicos de la política democrática real en México.

El acuerdo político debe ser el que esté por encima de la imposición, aliarse con los gobiernos estatales, municipales, empresarios, industriales y la población entera. Nunca un barco se ha hundido quedando a salvo sólo un camarote.

Aquí está la muestra de la urgente necesidad de fortalecer el derecho a la salud pública y gratuita para toda la población. Ni los países más desarrollados se salvan del ataque de un microscópico y letal enemigo, por ello la importancia de actuar con realidad y alta responsabilidad por parte del gobierno y los medios de comunicación.

La certeza hoy es materia de la ciencia médica, es otorgar absoluta confianza a quienes, por centurias, han hecho alargar el promedio de vida nacional y mundial; una pandemia como la que hoy vivimos hace 200 años hubiera acabado con la mitad de la población de la Tierra, cuando menos.

El miedo al desempleo, al desplome económico, también es mundial. Esa inseguridad no puede alimentarse desde ningún ente de poder, por el contrario, cuando estemos en el “corte de caja”, cuando se hagan cuentas, analizaremos cuánto aprendimos como sociedad mexicana y universal, no haber entendido la lección será contundente: repetir los errores garrafales del pasado, habrá que desechar las figuras globalizantes paulatinamente.

Los medios de comunicación tienen abierto un expediente de juicio con la sociedad que resulta altamente escrupuloso y listo para azotar mazo del juez (mallete) para emitir su sentencia social condenatoria o absolutoria.

Más allá de las atribuciones legales que el gobierno puede ejecutar, la vida cambió después de esta crisis. Quien no lo crea, despertará en su mundo fantástico en medio de una realidad amarga y dolorosa.

Los actos conspirativos existen también, veladamente azuzan con expresiones infructuosas e infértiles, pero no dejan de hacer daño, sobre todo por incitar al odio. Fomentar la difamación y la calumnia es tan vergonzoso y cercano a la corrupción como el deshonor.

La única misión es salvar vidas; el absolutismo, la tiranía y el totalitarismo son prácticas que se niegan a desaparecer, en el México contemporáneo no pueden coexistir con una sociedad madura y solidaria.

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