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Los juglares del conservadurismo

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

                Las victorias sobre enemigos merecen himnos,
                las de sobre hermanos y amigos cantos fúnebres

                Gorgias de Leontinos

 

Siempre que se aparece en tribuna pública, las filias y fobias, propias y ajenas, quedan al descubierto, algo mucho más evidente en el llamado círculo rojo, ávido de información, de posturas políticas diarias, de exclusivas y de trascendidos intencionados en los que el autor se muestra abierto junto a sus agendas y aliados.

El común denominador es la presencia evidente de campañas mediáticas pagadas, diseñadas en ciertas agencias de medios que se han convertido en centro para la compra y venta de plumas dispuestas a escribir al servicio del mejor postor.

La sistematización de estas campañas de difamaciones genera una industria con actores claramente identificables, nutrida por un pequeño grupo de ingenuos que se creen los refritos reproducidos hasta el aburrimiento en algunos espacios, cobrando desde 15 mil pesos para subir notas con información falsa, sin conocimiento, incluso, de los dueños o editores de los mismos.

Fallan doble, atentan contra el medio que les paga por colaborar y reciben un extra por parte del autor intelectual, la agencia de medios. En breve daré a conocer públicamente el nombre de la agencia y la forma de pago que reciben algunos de estos comunicadores a sueldo, anteponiendo el interés económico por encima de la ética y el prestigio. Hace ocho días evidencié en este espacio a varios de ellos, cuya promiscuidad económica los alejó de la noble labor periodística.

Los ataques contra el gobierno de la Cuarta Transformación, tan ridículos como los de ese movimiento de carros que intentaba, sin éxito, bloquear las calles en plena pandemia, son la misma expresión de estos columnistas, sin fondo, sin pruebas, vacíos, huecos, movidos sólo por el interés inmediato, sucumbido por igualas mensuales y bolsas de lujo premiadas por la corrupción.

La ciudadanía necesita combatir estas malas prácticas con todas sus fuerzas: denunciando y evidenciando en las redes sociales, dejando de comprar y de ver aquellos medios que utilizan la calumnia y la mentira como promoción para la audiencia. Cuando nos organizamos, somos invencibles, y la transformación nacional que estamos viviendo necesita revolucionar los medios de comunicación igual que se está haciendo con la política.

No nos limitemos en la batalla por construir un verdadero derecho a la información, hagamos uso de todas las opciones en nuestras manos: derecho de réplica, acción judicial, crítica ciudadana y denuncia pública.

Por fortuna la sociedad civil y la opinión pública cada vez es más madura y politizada, y los dichos de los
juglares a sueldo de los conservadores cada vez tienen menos efectos políticos y sociales, todo se queda en el simple morbo.

Más que juglares, los comunicadores corruptos se convirtieron en bufones de mal gusto y pésimo humor.

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