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Liderazgo, administración y operación, el poder de gobernar

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

Heredamos del siglo XIX el origen de la pobreza como concepto. La riqueza que se creó por la explotación de la miseria. La desigualdad en cuanto a la distribución de la propia abundancia.

El final de la Segunda Guerra Mundial nos marcó como planeta. La división política cambió la vida de millones de personas, su historia se divorció de los orígenes en donde se fundaron los pueblos.

La historia en sí la escriben los ganadores. La versión de los vencidos siempre entra en duda.

El fin del fascismo y el estalinismo dio inicio a otra etapa, donde el corporativismo inundó las esferas del poder público y privado mundial.

En México, los 50 fueron testigos de cómo la influencia internacional en la forma de gobernar y operar se enfrentaban con la idiosincrasia nacional.

De ahí comenzaron los distintos estilos que han marcado los conceptos de lo que significa liderazgo, administración y operación.

Ancestralmente, en México, la gran decepción de los malos gobiernos trajo consigo también la decadencia de la figura del líder.

La ausencia de la democracia y la falta de credibilidad hizo que se agudizara la peor de las crisis, la de líderes.

Se confundió el liderazgo con el autoritarismo. La única forma de hacer valer el poder sólo se conseguía a través del ejercicio de este régimen y mediante las acciones arbitrarias.

Muchos siguen sin entender que el liderazgo se gana. El líder se erige, no es espontáneo por investidura institucional.

Así, la administración se basa únicamente en resultados. Es una relación fría, donde las métricas, los números y el fin son la única misión.

Se desdibuja la relación personal, solamente importa la productividad.

De hecho, la permanencia laboral está íntimamente ligada con la rentabilidad, con la utilidad.

La operación es llevar las directrices previamente planificadas al mejor término, es avanzar de manera entusiasta para cumplir con cada misión encomendada.

Un buen operador resuelve problemas, trae soluciones, tiene propuestas y las ejecuta con eficacia.

Encontrar a un líder, administrador y operador es la mejor fortuna para una institución, y ella lo sabe por anticipado.

El reto es enfrentar a los detractores que nacen de manera natural a ese líder, sobre todo si carecen de alguna o de todas las características que al primero le son evidentes.

Por ello, siempre es recomendable que las instituciones se conviertan en reproductoras de liderazgos, porque esa buena operación, esa buena administración y ese excelente liderazgo es lo que hace crecer a un país gracias o a pesar de su historia.

El poder de o para gobernar radica precisamente en su ejercicio inteligente, en el legado a los gobernados. Pero, sobre todas las cosas, en cómo se aporta a la historia; como uno más o el que provoca que la estadística histórica sea insuperable.

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