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Leer columnas políticas, ¿nostalgia del pasado?

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

La esencia de las columnas es establecer una opinión puntillosa, provocativa y crítica sobre algún tema coyuntural o que, para interés de propios o extraños, requiera señalarse. En aras de proteger el prestigio y reputación del escribano o el medio donde se expresa, un columnista u opinólogo, se presume que parte de hechos reales y su motivo principal es exponer la verdad por la verdad; por lo tanto, se entiende que carece de motivos ocultos o ulteriores. Por lo menos así se conoció todavía hasta finales de los 70.

Los mercenarios de la opinión o más comúnmente conocidos como “chayoteros”, están acostumbrados a los sobornos para inducir algún tema, para mal informar, según su conveniencia; pueden publicar en redes, por televisión o en radio, según el presupuesto y la importancia de la nota. En esos términos, con menos detalle, lo definen fuentes especializadas de mexicanismos. También así, el Manual del Nuevo Periodismo lo relaciona con “la forma más baja de corrupción y la violación más primitiva de la ética profesional (…)”.

La institucionalización del “chayote” con campañas diseñadas por expertos en desinformación forman equipos multidisciplinarios para denostar instituciones, personas y coyunturas, se dirigen a ciertos perfiles de audiencias para hacerles creer situaciones caóticas.

Esto es propiciar la filosofía de la simulación y la mentira, en un país con enormes realidades que deben conocerse y debatirse.

Tergiversar verdades como desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y la colusión de servidores públicos con delincuentes. “La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio”, Cicerón.

En el pasado informe, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dijo que “los conservadores están moralmente derrotados”, es una sentencia condenatoria que alcanza a muchos más de los referidos; en términos penales, incluiría a los encubridores, propiciadores de difamaciones y, claro, a los calumniadores.

Qué bueno que la ética profesional, que es universal, y la moral, que es personal, sean enunciadas de nuevo; que aquellos que ya no aprendieron encuentren sanción y los que lo apliquen quieran ser recordados por probos.

El “chayote” patrocinado por el presupuesto público a nivel federal se acabó; el que subsiste y se resiste al cambio es el que se recibe por otros medios; se malbarató el servicio, cada vez son más detectables los pagadores y los emisarios por la calidad de los mismos. Algunos que fueron admirables, hoy escriben mal y por migajas.

Dentro de todo lo que ocurre a nivel mundial, en México, la gran ventaja de estas prácticas, es que las audiencias, que cada vez son más inteligentes y críticas, identifican claramente lo malogrado de las intenciones.

“La diferencia entre literatura y periodismo es que el periodismo es ilegible y la literatura no es leída”. Oscar Wilde.

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