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Las omisiones del pasado son facturas que se cobran en el futuro

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

El 12 de agosto escribí —en mi contribución semanal titulada “Primero los pobres”— que en la época neoliberal se había omitido e invisibilizado a los más necesitados y plasmé la siguiente frase: “(…) Como si el no atender a los más necesitados no tuviera consecuencias futuras”. Hoy es el caso de los normalistas de: Estado de México, Puebla y Michoacán.

Las historias de las Escuelas Normales Rurales (ENR) nacen desde la Revolución Mexicana, esta iniciativa educativa era la forma en que la causa revolucionaria haría justicia al campo y a su gente. En una primera etapa se pretendía que la educación llegara a las partes más recónditas del campo.

A principios de los 30 se impulsó una transformación integral, por lo cual se incorporaron actividades que pretendía cambiar cultural, educativa, económica y políticamente al campo. En otras palabras, las ENR buscaban generar actores de cambio que velaran por las necesidades de sus comunidades. A mediados del siglo XX, las ENR se fueron deteriorando por las condiciones socioeconómicas del país, derivado de esto, muchas familias, estudiantes y maestros se vieron en la necesidad de buscar sus propios recursos materiales para la construcción y manutención de las escuelas.

Sumado a lo anterior, entre 1941 y 1969 la ola de desarrollo industrial y urbano dio menos cabida a la formación impartida en las ENR. Aunque hubo muchas carencias, los maestros nunca dejaron de impartir una educación de corte comunista, fomentar las relaciones con organizaciones agrarias y la defensa de los derechos. Es por ello que, en 1968, los estudiantes de las normales también fueron víctimas de la represión.

Es importante señalar que en todo este tiempo de reducciones de presupuesto, abandono de plan de estudios, entre otras carencias que se tenían, nunca se dejó de impartir educación en las normales.

A pesar de la falta de maestros, las represiones locales y las condiciones de las escuelas, las ENR siguen representando una oportunidad de movilidad social para muchas familias mexicanas. El hecho de que exista la modalidad internado representa un gran alivio para los grupos más vulnerables.

La época neoliberal —con sus respectivos representantes— sólo agravó esta situación. La demanda de educación gratuita de calidad no ha descendido, pero sí la oferta. Desde hace cuatro administraciones se ha intentado —con múltiples estrategias— acabar con el proyecto de las Escuelas Normales Rurales, lo único que se ha logrado es radicalizar y estigmatizar a personas con necesidad de educación, entre otras.

Los gobernantes del pasado pensaron que ocultar los problemas de ayer sería la solución del futuro, sólo se convirtieron en procrastinadores de las soluciones y cómplices de la precariedad y desigualdad.

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