Logo de Excélsior                                                        

Feminicidio, 88 años de prisión, ¿cuántos de impunidad?

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

 

Calcetitas rojas fue el asesinato de una niña de 4 años que conmocionó en México y por el cual condenaron a su madre y padrastro a 88 años. Calcetitas rojas o “Guadalupe”, fue llamada así porque nunca se supo su identidad real. Uno de los casos donde el poder político de entonces silenció a la prensa. Eso también es corrupción.

Desde muy joven he escuchado a hermanas, primas y amigas que sufrieron desde acoso hasta abuso sexual; en muchos casos, su silencio fue el único interlocutor.

Choferes anónimos masturbándose de manera exhibicionista, miradas y tocamientos lascivos en el Metro; la omisión de testigos expectantes que prefirieron fingir demencia. Historias que fueron relatadas mucho tiempo después de los hechos y, en algunos casos, hasta la adultez...

¿Cuántos de estos hechos —que pararon en el diván del sicólogo o en el suicidio— se hubieran evitado si la sociedad mexicana estuviese libre de impunidad consuetudinaria y, en su lugar, llena de licitud, bondad y virtud?

El feminicidio —como tipo penal— no ha sido suficiente, ya que es el tope máximo del violentómetro contra las mujeres y nos enfrentamos con un fenómeno estructural y sistemático. La trata de personas con fines sexuales, especialmente de mujeres, se debe  atacar con toda la ferocidad, en todos los órdenes de gobierno. La denuncia ciudadana es vital.

Desde hace décadas, la desaparición de niñas y adolescentes de entre 12 hasta los 17 años sigue una constante que se ha ligado con las bandas internacionales de trata de personas y prostitución forzada. Por ello es tan importante contar con una identidad oficial para menores de edad; su tránsito y eventual salida del país resultaría menos fácil ante fronteras porosas y bandas de criminales sin escrúpulos. Es imperativo unificar la información de la identidad de todos los mexicanos —como sucede en todo el mundo— para evitar que la ausencia ancestral de controles siga facilitando a los delincuentes gozar de un México libre de persecución delictiva; como ha sucedido desde la época neoliberal.

Los feminicidios —además de ser un tema que afecta a las mujeres— nos involucran a todos, nadie quiere a ningún ser querido en ese supuesto, todos las queremos presentes.

Todas las vertientes de violencia que acompañan al fenómeno contra el género necesitan ser combatidas para que éste no sólo radique en sentenciar a prisión vitalicia a los responsables. La empatía, para empezar, es un mensaje mínimo desde el Estado mexicano. Las acciones deben venir acompañadas por los resultados.

No ser hipócritas. Ser feministas y aliados es respetar a las mujeres en su esfera de decisión sobre el derecho de abortar, no criminalizarlas. El respeto a la preferencia sexual y su papel en la sociedad con todos los derechos es una forma de coincidir con la libertad.

La impunidad es la madre de la corrupción, es a quien hay que vencer. No más Fátimas e Ingrids Escamillas.

 

Comparte en Redes Sociales