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¡A portarse bien!, la Doctrina Estrada

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

Las ideas libertarias de Hidalgo y Morelos se regaron como pólvora en todo Latinoamérica, las crisis sociales de nuestros pueblos hermanos fueron aprovechadas por los países tradicionalmente intervencionistas y colonizadores, cada ausencia de poder fue aprovechada para incidir en los intereses de otros pueblos. 

Ante la Sociedad de las Naciones, el entonces secretario de Relaciones Exteriores, don Genaro Estrada, representó, en 1930, al gobierno de México, sentando las bases de una tradición diplomática que nos llena de honor, dando el presente discurso:

“México no se pronuncia en el sentido de otorgar reconocimientos, porque considera que ésta es una práctica denigrante que, sobre herir la soberanía de otras naciones, coloca a éstas en el caso de que sus asuntos interiores puedan ser calificados en cualquier sentido por otros gobiernos, quienes, de hecho, asumen una actitud de crítica al decidir, favorable o desfavorablemente, sobre la capacidad legal de regímenes extranjeros”. 

Es un rechazo literal a la práctica de algunos gobiernos para calificar y otorgar o no su reconocimiento a otros gobiernos.

En 1987 se modificó el art. 89, fracción X Constitucional, donde se determinan los principios que ciñen la política exterior: autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; y la lucha por la paz y seguridad internacionales.

Venustiano Carranza ya había aportado una idea similar, señalando en 1918: “Que todos los países son iguales; deben respetar mutua y escrupulosamente sus instituciones, sus leyes y su soberanía; que ningún país debe intervenir en ninguna forma y por ningún motivo en los asuntos interiores de otro. Todos deben someterse estrictamente y sin excepciones, al principio universal de no intervención”.

Sin duda, esta medida mexicana debe prevalecer bajo las máximas juaristas sobre el respeto entre los hombres y las naciones; además de fortalecer los lazos de cooperación y fortalecimiento con los países aliados, donde nos une la historia, nexos económicos y culturales.

A pesar de los gobiernos donde se abandonó y omitió el cumplimiento de la no intervención, hasta el vergonzoso y tristemente célebre “comes y te vas”, México ha sido reconocido internacionalmente por su nobleza e inteligencia diplomática. Hoy recuperamos la dignidad haciendo valer el legado de la Doctrina Estrada.

En la Cuarta Transformación de México no se ven las crisis como problemas, sino como oportunidades para unirnos institucionalmente más en beneficio de nuestras nacionalidades, poblaciones y fronteras comunes. México cambió, ha comenzado una nueva era, la esperanza está latente.

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