Logo de Excélsior                                                        

Gestación subrogada en medio de la pandemia

Raymundo Canales de la Fuente

Raymundo Canales de la Fuente

Diversos medios de comunicación dejan constancia en los últimos días una situación de extrema gravedad y que atropella los derechos humanos de muchas personas. La llamada gestación o maternidad subrogada —que consiste en que una mujer ajena a la pareja geste en su interior al embrión para entregarle el bebé a sus padres genéticos— ha dejado en el más absurdo desamparo a muchos bebés recién nacidos porque los padres no pueden acudir al país en el que se llevó a cabo el embarazo y recoger a su vástago.

La agencia CNN habla de docenas de bebés en esta situación en Ucrania, país que desde hace algunos años permite el procedimiento a parejas extranjeras. El país tiene cerradas sus fronteras, como parece razonable por la crisis sanitaria del Sars-CoV-2, pero esto representa una situación extraordinaria que deberían reconsiderar todos los países. No se puede dejar en el desamparo, sin sus padres, a un recién nacido, pues no existe persona más vulnerable y dependiente de los cuidados parentales.

Como toda reglamentación debe contemplar algunas situaciones que los estados deben entender como excepciones. Como está bien demostrado por la ciencia médica, el contacto físico de una madre con su hijo es uno de los pilares fundamentales del cuidado al nacimiento, y prolongar ese lapso temporal acarrea no sólo sufrimiento, sino mayores posibilidades de que aparezca una complicación neonatal.

Las razones para no ver el asunto desde el ángulo que acabo de describir, tienen que ver con un tema discriminatorio. Las opiniones en la sociedad respecto de la gestación subrogada son en extremo contrastantes. Las posturas más conservadoras tienden a desaprobar enérgicamente la técnica, para lo que esgrimen argumentos como la “utilización del cuerpo de la mujer”, ignorando por supuesto que podría existir un trato humano, digno y equitativo entre la pareja que necesita el procedimiento y la mujer que ofrece sus servicios.

De hecho, por este tipo de razones en muchas latitudes está prohibido, lo que francamente es absurdo porque conduce fácilmente a la clandestinidad. Prácticamente, en todas las sociedades existen clínicas de reproducción asistida de buen nivel de profesionalismo y que pueden llevar a cabo el procedimiento, por lo que es un tema mundial al que cada país debe acceder, discutir y legislar urgentemente.

Mientras tanto, en muchos ambientes médicos y sociales se está generando un sentimiento de ver como cuasidelincuentes tanto a las parejas que necesitan del procedimiento como a las mujeres ofertantes del servicio, de tal forma que, al acudir a servicios de protección de derechos humanos o asistencia consular, de entrada se les señala como si carecieran de los derechos más elementales, y seguramente en otras circunstancias se procedería con extrema urgencia. Pensemos en cualquier pareja que por razones de la pandemia estuviera apartada de su vástago; seguramente todos los gobiernos cooperarían de forma inmediata para gestionar la reunificación familiar a pesar de la emergencia de salud. Nos urge progresar, lo señalo especialmente para México, y alcanzar una legislación moderna, incluyente y digna. No es posible que sigamos como país bananero, sin leyes que regulen el fenómeno.

 

Comparte en Redes Sociales