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Cómo destruir un sistema

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

Para don Ignacio Trelles, por su vida y su ejemplo

 

Para construir algo perdurable: una pirámide, un edificio o un sistema se requieren análisis, propuestas, contrapropuestas, pruebas, registros, evaluación, conclusiones, y luego ejecución con un calendario de actividades exacto, incluidas las correcciones por los imprevistos.

Para destruir algo perdurable sólo se necesitan ignorancia y/o mala fe.

Uno de los orgullos de nuestro país es el Sistema Nacional de Salud creado en 1943; un sistema que se ha consolidado y mejorado paulatinamente gracias a la visión de sus titulares, cientos de líderes de la salud y miles de mexicanos dedicados y comprometidos, pero para destruir este sistema han bastado solamente unos meses, porque la nueva administración considera que hay que eliminar todo rastro del pasado, y así como acabó con programas que eran exitosos en educación, cultura, investigación, protección social, turismo, energía y aun seguridad, ha logrado destruir casi completamente el Sistema de Salud .

De entrada le señor Presidente eligió como secretario a un médico, catedrático, investigador que tiene una nula experiencia en administración en salud, lo cual explica su silencio y su ausencia en el panorama nacional; los miembros de su equipo desde las primeras sesiones en las Academias de Medicina y Cirugía tajantemente señalaron que el Sistema de Salud era basura y que iba a cambiar, para asombro de los cientos de expresidentes que, desde sus retratos colgados en las paredes, alzaron los ojos con incredulidad, pero lo malo no fue sólo eso, sino que debido a su nula experiencia en la administración, se retrasaron actividades que por decenios habían sido bien orquestadas para no tener problemas de abasto, (Edna Jaime, México Evalúa 2020), así, en el primer trimestre de 2019 hubo un subejercicio de 24 mil millones de pesos y este subejercicio se mantiene hasta ahora; y en lo que se refiere a asignaciones para construcción y remodelación de hospitales, de un monto aprobado de 17 mil 247 millones de pesos en 2019, sólo se gastaron seis mil 54 millones de pesos; el resultado de esto son las carencias de insumos, las acusaciones mutuas y los retrasos en la atención médica y quirúrgica en todo el país.

Pero a esa miseria presupuestal se añadieron decisiones verdaderamente aberrantes: se canceló el Seguro Popular que protegía a más de 40 millones de mexicanos y se creó el Insabi que no tiene ni programa ni reglas de operación y que ya tiene efectos letales en miles de mexicanos; del mismo modo se cancelaron las partidas para pacientes con cáncer, VIH, enfermedades mentales, etcétera; las manifestaciones y reclamos por falta de insumos son de todos los días. Los funcionarios médicos están callados, porque cuando el director del Instituto de Neurología y Neurocirugía se quejó por las carencias existentes, al día siguiente fue cesado de manera vulgar y fulminante.

Así transcurren estos meses en que la paulatina destrucción del Sector Salud acaba con la salud y la vida de miles de mexicanos.

Y ahora nos enfrentamos a una pandemia que invade todos los rincones del planeta y que México enfrenta con dudas e incertidumbre; la culpa no la tiene el secretario en funciones, (el otro ya desapareció), que ha dado tantas explicaciones que no entendemos bien qué pasa, qué pasará y qué debemos hacer; su tarea es imposible porque no puede ser al mismo tiempo epidemiólogo y lamebotas del Presidente, señala lo que se debe hacer y calla ante las exhibiciones de amuletos y los exhortos a besos y abrazos; pobres López, los dos, porque el costo en salud de la pandemia será grande, pero mucho más grave será la caída en la evaluación de ambos y el tsunami económico que ya amenaza al país.

Total, que para destruir el Sistema de Salud, sólo se necesitaron unos cuantos meses.

Pero estamos aquí, no somos dos ni tres, sino miles de mexicanos que no aceptamos que el país se deshaga por la ignorancia, necedad y obstinación de quien no ve o no quiere ver lo que se avecina; es el momento de decir “¡así no, señor Presidente!”, estamos de acuerdo en sus proyectos (seguridad, anticorrupción, desarrollo), pero no en la forma anárquica y errónea como los quiere llevar a cabo; el tiempo se agota.

¿Usted qué opina, estimado lector?

 

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