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El estilo paranoico en la política

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

Tomo prestado el título de esta entrega de la Bitácora de un famoso ensayo escrito hace casi 57 años por Richard Hofstadter (1916-1970), reconocido historiador de la Universidad de Columbia que popularizó la idea del consenso entre clases económicas como base de la construcción de la sociedad estadunidense.

En “El estilo paranoico en la política estadunidense”, publicado en la revista Harper’s en noviembre de 1964, el doctor Hofstadter documentó la existencia de una “visión trastornada” que percibía que el país era manejado por una conspiración de banqueros, jesuitas, masones y otros.

El catedrático citó en el texto una declaración del fallecido senador Joseph McCarthy, quien en la década de los años 50 encabezó una cacería de supuestos comunistas infiltrados en instituciones políticas e incluso en la industria cinematográfica.

“¿Cómo puede explicarse nuestra situación presente si no creemos que hombres en posiciones encumbradas dentro del gobierno se están poniendo de acuerdo para llevarnos al desastre?”, se preguntó McCarthy en junio de 1951.

“Esto debe ser el producto de una gran conspiración en una escala tan inmensa como para empequeñecer cualquier aventura anterior en la historia de la humanidad. Una conspiración de infamia tan negra que, cuando finalmente sea expuesta, hará que quienes la dirigen sean eternamente merecedores de las maldiciones de todos los hombres honestos”, agregó el senador por Wisconsin.

En su concepto clínico, la paranoia es un trastorno delirante cuyos factores desencadenantes se encuentran muy activos en individuos que presentan un acusado narcisismo y que se han visto expuestos a serias frustraciones, explica el siquiatra español Enrique González Duro en su libro La paranoia (1991). “El pensamiento paranoide es rígido e incorregible: no tiene en cuenta razones contrarias, sólo recoge datos o signos que le confirmen el prejuicio para convertirlo en convicción”.

En la política se pueden encontrar diversos ejemplos de paranoia, como la del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien veía en el movimiento estudiantil de 1968 un acto de intervención por parte del comunismo internacional para sabotear los Juegos Olímpicos de ese año.

O la de los seguidores del presidente estadunidense Donald Trump que tomaron por asalto el Capitolio, en enero pasado, convencidos de la existencia una trama secreta contra el mandatario, un supuesto “Estado profundo” puesto al descubierto por un informante anónimo, infiltrado en el gobierno federal, identificado como QAnon.

Fue imposible dejar de ver reflejos de ese pensamiento en los hechos ocurridos en torno de las manifestaciones del Día Internacional de la Mujer y la interpretación pública de los mismos. Las organizaciones convocantes y el gobierno sacaron a relucir una profunda desconfianza mutua, que llevó a que la aparición de militares en el techo del Palacio Nacional fuese interpretada por algunos como la disposición de apostar francotiradores para atacar a la multitud reunida en el Zócalo, y que un rifle para inhabilitar drones fuese confundido con un fusil con mira telescópica.

Por su parte, el presidente Andrés Manuel López Obrador no tuvo reparos en hablar de “provocación” al referirse a la movilización del #8M en su conferencia mañanera de ayer. Una decena de veces repitió el calificativo.

“Fue un acto de provocación abierto, descarado. No era una manifestación en el centro del Zócalo con un templete donde hablan las mujeres pidiendo respeto, que se castigue el machismo, que no se permitan los crímenes a las mujeres, no, no, no”, afirmó el mandatario. “Era martillo, martillo y marro, y gasolina y fuego, eso es lo que predominó, no sólo aquí, en toda la marcha, en todo el paso”.

Según él, eso fue lo que predominó, aunque todas las crónicas den cuenta de que quienes causaron destrozos fueron una minoría. Y agregó que medios de comunicación internacionales –como El País, The New York Times y The Guardian– contribuyeron a construir una imagen negativa del país.  

Como ha sucedido con otros temas, el Presidente cree que el feminismo es parte de una gran conspiración que busca hacer fracasar a su gobierno y que detrás de ella están los “conservadores”, grupo imaginario que, desde ayer, incluye a tres de los diarios más liberales del planeta.

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