Vicios del amor VI. Entre aquejos y censuras

• Estos vicios causan la peor de las convivencias, fastidian y cansan.

Nunca te quejes de lo que en todo momento está en tu 

poder para liberarte 

Adam Smith 

La RAE define aquejar como acongojar, afligir y fatigar; la misma fuente define censura como formar un juicio, corregir o reprobar algo o a alguien, murmurar o vituperar. Esto quiere decir, que aquejar va más allá de la simple queja y que la censura va mucho más allá que el simple reproche. Las emociones –cuando en materia de amor se trata– siempre se exaltan, se agravan, se potencian. De ahí que haya que limitar y analizar las palabras y las acciones con las que nos expresamos frente al otro, en la presentación de algún desacuerdo, porque en materia de amor –por desgracia– nada se olvida. 

Imagine que usted tiene una lista contable de ingresos y egresos, el ingreso es todo lo que usted hace o le hacen a su favor y el egreso, todo lo que ha dejado de hacer y el otro también, al final sólo es cuestión de balance... de la aportación, y el retiro que cada uno haya hecho. Fríamente, así se maneja la razón cuando los sentimientos entran en disputa. Por eso siempre hay que tener saldo a favor en cualquier relación de la índole que se trate, los buenos amores son siempre abundantes en el ingreso y en sus aportaciones mutuas, los malos, no han comprendido que el problema del exceso de egreso es la falta de ingreso. La pésima y malsana administración del amor. 

 Casi siempre las fugas en esta cuenta son el exceso del aquejado y censuras. Ya sabe, esas personas que insisten en comunicarse siempre a través de la queja, del debiste, del pensé, del creí y del imaginé; ésas que no hacen más que presentarse a todo con una cara larga, con un acopio de lamentos, incluso aparentemente superados, ésas que parecen un repetidor chirriante, viejo y aburrido que no hace más que inspirar una enorme fatiga, más allá de una infértil y remachada discusión. La queja a perpetuidad mata todo a su paso. 

Ya ni qué decir de la censura, de esas llamadas de atención privadas –y más gravemente, públicas–, que le dejan a uno sumido en un silencio iracundo con rostros de no pasa nada, esos que se sienten como puñaladas traperas, como una mala escena de Durmiendo con el enemigo, ésas que ridiculizan, minimizan y quebrantan el respeto, sobrepasan la confianza y anulan al individuo. 

 El aquejo y la censura son dos vicios del amor graves e insanos, que inspiran únicamente a la voluntad para alejarse. Si sólo tiene quejas que ofrecer y conductas del otro que corregir ahórrese el mal trago y cambie de amistad, de compañero o de pareja, nadie en su sano juicio puede tolerar vínculos de esta naturaleza. 

 El amor en cualquiera de sus formas empodera, engrandece, libera, apoya, coopera y participa en el crecimiento de uno mismo y de los demás. Las personas que se dedican a quejarse y a censurar al otro, además de pecar de soberbia, corroen y envilecen la autoestima del otro, en la incapacidad perpetua de amarse lo suficiente a sí mismos. Someter a cualquiera por la inconsistencia de uno mismo, es el peor de los males, nadie tiene que fungir como espacio de deshecho de las frustraciones ajenas. 

Créame, siempre podemos comunicar al otro que algo nos ha hecho sentir mal de su comportamiento, y solicitarle que, en relación con usted, corrija esa conducta. Si algo no le parece, siempre puede preguntarle al otro la razón de su comportamiento, sus comentarios o sus actitudes, y si lo hace, hágalo en privado y con el cariño, la voluntad y el criterio equilibrado y abierto para intentar comprender al otro en sus acciones. Y si ha sido usted quién ha faltado al vínculo, ofrezca una disculpa y mejore sus formas. 

 Créame, estos vicios causan la peor de las convivencias, fastidian y cansan, y sólo restan a gran velocidad cualquier gran aportación a las arcas del amor. El que ama, hace eso: amar en pasado, en presente y en futuro. Las malas reincidencias dejan siempre mucho que desear y agotan las oportunidades. Como siempre, usted elige. ¡Felices amores, felices vidas! 

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