Piedad por el culpable es traición al inocente.
Ayn Rand
La traición no llega nunca del enemigo, llega de aquellos a los que más apreciamos. La traición modifica la realidad del traicionado, cambia sus planes, insulta su inteligencia, pone en duda su juicio, su carácter, merma su autoestima y somete sus sentimientos a un canibalismo mental y emocional que trastocan su pasado, su presente y le someten a la adversidad de la incertidumbre futura. La traición duele, duele porque es cercana, duele porque resulta muchas veces irracional, inmerecida, duele por el engaño, por los principios morales y éticos que transgrede, por las pérdidas, por el tiempo, por lo vivido, por lo que quedó sin vivir y… por lo que queda por vivirse.
La traición es la falta que se comete quebrantando la fidelidad o la lealtad que se debe guardar o tener, es la ruptura de una promesa hecha ya sea de manera implícita o explicita. La traición es de esas tramas de diván que se esconde en la historia completa de lo que creemos que nos daña, es de esos ya lo he superado, que se convierte en el hubiera rumiante, en desconfianza extrema, en miedos, en amenazas veladas, pero, sobre todo, en dolor recurrente, a veces silencioso y otras incluso imaginario.
Imaginario o no siempre existe un deseo de venganza, es humanamente normal, y habrá quien se siente a reflexionar y quien, por el contrario, arremeta sin descanso en búsqueda de infligir un daño similar al traidor… lo cierto es que la psicología es clara al respecto: la venganza no es el camino.
No se puede ser feliz anclados a un deseo de venganza. La venganza es una traición a la inversa y –si cabe– aún más grave, porque somete al traicionado a la autotraición, a convertirse en alguien que no es… sin embargo, venganza no es justicia y tampoco implica la reparación del daño, por el contrario, lo alienta a seguir en una escalada de violencia.
La traición obliga a un cambio de papeles frente al traidor, y ésa es la mejor de las venganzas, que más que venganza resulta en una prueba fehaciente de reivindicar el propio carácter y, por supuesto, en comprender que es necesario elevar nuestros estándares de calidad humana con la que nos relacionamos. El traidor no se redime. No puede seguir doliendo lo que al final causa un beneficio a nuestra vida.
Las traiciones son lecciones y oportunidades para evolucionar. En primer lugar, porque revelan la identidad del traidor, en segundo, porque nos sacan de nuestra zona de confort y, en tercero, porque implica de nuestra parte un cambio necesario. Y, como en todo, hay de traiciones a traiciones cuanto más cercano el vínculo y lo que está en juego más agresivo el daño. La materia es indistinta: amistad, negocios, pareja, familia… Cada cual tiene su historia y cada cual tendrá que valorar su siguiente paso, lo que sí es menester es que la medida que se tome esté alineada a nuestra propia esencia en un camino de superación ascendente. Es decir, que nos convierta en mejores seres humanos.
Lo que no podemos hacer es acallar lo que sentimos y no hacer nada al respecto, hay que aprender a edificar nuestras propias historias, por lo menos el final de éstas, usted decide si desea ser un villano más, producto de lo acontecido o liberarse de forma estoica y convertirse en vencedor. Lo que sí puedo asegurarle, y la ciencia también, es que las traiciones se superan en la justicia, en el principio moral de dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece. Piénselo, ¿valdrá la pena seguir con esa retahíla de sentimientos?, ¿merecerá ese protagonismo en su vida?… no lo creo, mejor edite su propio guion y siga adelante. Todo llega para quien acelera con sus propias acciones su irremediable caída. Tome mano de sus asuntos, eleve sus estándares e, insisto, siga adelante con los cambios que esa experiencia le haya marcado. Porque sí… las tramas de diván se resuelven, en su mayoría, redefiniendo nuestros propios principios, esos que nos den la paz siempre tan necesaria para seguir tomando decisiones eficientes y positivas para nuestra vida. Como siempre, usted elige.
¡Felices tramas, felices vidas!
