Lo importante VIII. Gestionar las debilidades
Somos muy fuertescuando admitimos nuestra debilidad. Honoré de Balzac Las debilidades son las destrezas, habilidades o características de la personalidad en las que se tienen dificultades o no se es lo suficientemente competente. Todos los seres humanos poseemos alguna ...
Somos muy fuertes
cuando admitimos nuestra debilidad.
Honoré de Balzac
Las debilidades son las destrezas, habilidades o características de la personalidad en las que se tienen dificultades o no se es lo suficientemente competente. Todos los seres humanos poseemos alguna debilidad. Las debilidades se dividen en tres principalmente: las innatas o aquellas pertenecientes a nuestra biología, tales como la sed o el sueño…; otras, las que adquirimos a través de hábitos y permanecen en nosotros por inercia; y, por último –no menos importante–, los puntos ciegos o sordos, que son producto de nuestra incapacidad de ver o de escuchar más allá de lo que percibimos normalmente sin exigirles mayor precisión.
Las debilidades nos engañan… son esa voz sutil que nos invita a dejar de hacer lo que debemos y sabemos que nos hace bien, por aquello que nos apetece más y que, muy probablemente, vaya en contra de lo que aspiramos, son esos lunes de empezar que nunca llegan, o esos: la próxima vez será diferente, que termina por ser igual o, ésta es la última… que parece convertirse en la primera. Adoptar malos hábitos es fácil cuando existe un retraso entre la acción y la consecuencia. Lo cierto es que la fórmula perfecta para el fracaso consiste en repetir de manera constante varios pequeños errores o permisividades de este tipo.
Nadie niega que debemos ser comprensivos con nosotros mismos, pero nunca tolerantes ante lo que sabemos que carecemos de la fuerza suficiente para no dejarnos llevar. Admitir nuestras debilidades es el primer paso para hacerlas conscientes y actuar a favor de uno mismo. Erróneamente, se cree que la clave está en ocultarlas y, en su defecto, actuar potenciando el contrario… éste es el ejemplo del que grita a fin de demostrar el poder del cual carece, o bien el que se convierte en un pagado de sí mismo ante su enorme falta de autoestima… Es así: a mayor exageración de la conducta, mayor debilidad en su carácter.
En fin, que esto de las debilidades no es tan grave como se cree y se pretende ocultar. Las debilidades tienen mala fama, por eso los más tibios caen en la trampa de su sutileza. Esto es como todo, hay que enfrentarlo y saberlo gestionar, aprender y seguir adelante. La debilidad es falta de fuerza, y la fuerza se entrena.
Según los especialistas, hay dos maneras de gestionar las debilidades. La primera consiste en mejorar nuestras virtudes, lo cual ayudará a superar las debilidades adquiridas; la segunda consiste en erigir salvaguardas, esto es, defensas que nos ayuden a gestionar estas debilidades que cuesta superar sólo con la virtud. Esta última es la más interesante: se trata de seguir trabajando arduamente en la seguridad personal, en el autocontrol, en la autorresponsabilidad y el autoconocimiento, exigiéndonos ese trabajo diario de cumplir con nuestros objetivos, aunque tengamos que poner límites constantes para realizarlos; se trata de priorizar las tareas complicadas, de organizar mejor los tiempos, de retrasar las recompensas… se trata de reestructurar e innovar hábitos que nos permitan alcanzar nuestros objetivos, pero los objetivos no sólo hay que definirlos, sino y más importante, llevarlos a cabo... Así se entrena la fuerza del carácter y el control del temperamento.
Y quizá la debilidad más preponderante y limitante de los seres humanos sean esos puntos ciegos y mudos, esos que traen siempre implícita la huella de la necedad; ésas en las que la mayoría, ante su mención, suele sentirse intimidado o atacado… ésas son las peores porque se mantienen a favor del ego, y el ego es el peor enemigo de la verdad para quien se exige una superación y una vida mejor.
Hay que aprender a gestionar las debilidades desde la comprensión, el respeto, la disciplina y los límites hacia uno mismo y los demás; hay que imponerse reglas propias que definan nuestra mejor versión y actuar de forma coherente en consecuencia, sin miedo y sin excusas. Al final, nadie mejor que uno conoce aquello que lo detiene, hay que aprender a modificar la perspectiva desde la que miramos y sentimos la debilidad, y utilizarla a nuestro favor. Créame, la hipersensibilidad es mala hasta que la vemos plasmada en una obra de arte y nos fascina… Como siempre, usted elige. ¡Felices importancias, felices vidas!
