Lo importante VII. La percepción

Hay que saber lidiar con los cambios desde dentro

Cuando salgas de esa tormenta,

no serás la misma persona que entró

en ella. De eso se trata la tormenta.

Haruki Murakami

Existe una frase popular que reza: “¡De algo vamos a morir!”. Normalmente se utiliza cuando se sabe que lo que se hace no es exactamente lo que se debe hacer, pero igualmente le otorgamos licencia a la debilidad y actuamos con ligereza… y sí, de algo vamos a morir todos, es lo único seguro que tenemos cuando llegamos a la vida; lo que cambia toda percepción de ese enunciado es que no todos morimos de la misma manera y hay de formas a formas. A veces, muchas veces, vale la pena el esfuerzo de sacrificar la inmediatez y pensar a largo plazo, porque no es lo mismo morir por habernos abandonado en brazos de la debilidad o del placer que haber hecho todo lo humanamente posible por cuidarnos y llegar a ese día de la mejor manera viable. Aun así, no hay garantías; sin embargo, sí podemos saber con certeza que hemos hecho lo debido, que hemos actuado a favor de uno mismo y, sobre todo, que hemos minimizado las probabilidades de fallar. La clave de hacer lo debido y no lo querido radica en el cambio de percepción de porqué lo hacemos y eso, mi querido lector, es lo importante.

De alguna manera, el cambio y la transformación así funcionan. Diría yo que casi siempre tener una rutina de acciones elegidas a favor de nosotros mismos y de aquello que queremos alcanzar minimiza las probabilidades de caer en la debilidad propia a la que invita la comodidad. Esto no quiere decir que debamos vivir siempre en un esfuerzo permanente, no, sino hacer de ese extra diario hábitos que nos permitan seguir adelante manteniendo esos nuevos estándares de calidad en nuestra vida.

Insisto, el cambio que uno decida hacer a favor de sí mismo o de sus objetivos de vida es meramente personal e individual. No va a gustar a todo el mundo ni tampoco está nadie obligado a comprendernos. Por algo hablamos al principio de estas columnas de la importancia del autoconocimiento, autorresponsabilidad, autocontrol y seguridad personal y, después, de elevar los estándares y, como esta última parte es sólo para los que han aprendido a conquistar las cuatro fases anteriores o, medianamente, a saber navegar con suficiente pericia en ellas. Los cambios parecen solitarios durante un tiempo, pero no lo son, uno debe sentirse perfectamente acompañado de sí mismo porque es su vida, su elección, sus objetivos y su meta o simplemente porque debe hacerse responsable.

Hay que saber lidiar con los cambios desde dentro, las transformaciones implican una serie de obstáculos y, como siempre subrayo, de renuncias; ésas son las pruebas más difíciles que nos van forjando el carácter, que hacen barrera de contención al temperamento, que ordenan las emociones y que, finalmente, gestionan los pensamientos de mayor a menor importancia en nuestra vida.

La brecha que minimiza la probabilidad de fracasos y amplifica las de éxito radica en vencer las resistencias y hacer lo que debemos hacer. Esto es, comprender las razones que nos impulsan a actuar de otro modo contrario a lo que nos beneficia. El verdadero trabajo está en saber lo que hay detrás de la resistencia. Si es miedo o si es inseguridad, no importa, hay que saber trabajar con la incertidumbre y cambiar la percepción de lo conveniente y de lo que importa verdaderamente a largo plazo.

Cambiar la percepción es dejar de debatir entre lo que se debe hacer y lo que se desea hacer de manera continua, es dejar de cuestionarnos el por qué de ese camino elegido una y otra vez o por qué la gente no es lo que esperábamos o por qué exige tanta disciplina crear hábitos, o tener que renunciar o sacrificar ciertos beneficios inmediatos por acciones a largo plazo de las que no vemos, ni siquiera, con claridad el beneficio. O si somos o no capaces de lograrlo o por qué sentimos que las demás vidas no conllevan tanto esfuerzo. Cambiar la percepción es abandonar la queja, asumir nuestras propias elecciones y es, sobre todo, agradecer y celebrar ese esfuerzo que hacemos y seguir adelante. Mejor asegúrese de que los cambios que haya realizado hasta el momento le estén convirtiendo en un mejor ser humano y en lo mejor de usted mismo; de lo contrario, analice su falta de humildad y de respeto frente a los procesos ajenos. Quien es feliz, quien sabe el costo de su propia evolución, quien sabe quién es y hacia dónde va, no tiene tiempo de nimiedades. Como siempre, usted elige.

¡Felices importancias, felices vidas!

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