La antesala del amor: el desapego
En las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible. Albert Camus No hay desapego sin apego. El apego W. Riso, 2022 es una vinculación mental y emocional generalmente obsesiva originada en la creencia irracional de ...
En las profundidades del invierno finalmente aprendí
que en mi interior habitaba un verano invencible.
Albert Camus
No hay desapego sin apego. El apego (W. Riso, 2022) es una vinculación mental y emocional —generalmente obsesiva— originada en la creencia irracional de que ese vínculo proveerá, de manera única y permanente, placer, seguridad o autorrealización. Todo apego requiere de un desapego cuando el vínculo resulta dañino para la salud mental y/o el bienestar personal o de quienes nos rodean. El problema más grave y difícil de aceptar del apego es el sentido de permanencia. La RAE define desapego como apartarse, desprenderse del afecto o afición a alguien o algo. Falaces matices, porque el desapego no es apartarse ni mucho menos desprenderse del afecto, el desapego no es dejar de querer, es más bien dejar de depender emocionalmente de algo o de alguien, es querer con responsabilidad, respeto y libertad, sin que esas ataduras creadas por la mente nos esclavicen.
El desapego es la libertad emocional que todos necesitamos para poder ser quien debemos ser con la autonomía y la independencia que nos corresponden. El apego y el desapego se relacionan en la cultura occidental al amor, a las personas —principalmente— y no, cada cual puede apegarse o desapegarse de todo aquello que le genera una adicción, una necesidad creada sin la cual se asume que no se puede vivir. El culto a la belleza, al dinero, al éxito, a las personas, al deporte, a la adrenalina, a la mentira, a la perfección... a todo eso que altera, pero que fascina, que encanta, que embelesa y, al mismo tiempo, destruye, paraliza, genera ansiedad, codependencia y amnesia emocional... todo eso no es más que inmadurez emocional, la mayor vulnerabilidad al apego. El apego nos desapega de nosotros mismos para unirnos a lo otro o al otro que creemos que nos da vida y en eso se deposita todo lo que somos, dicha y desdicha, salud y enfermedad, triunfos y fracasos... ¡nada más deprimente que ser esclavo voluntario de algo o de alguien que, indudablemente, tiene sus procesos y su vida absolutamente independiente de nosotros mismos! Es un círculo de miseria elegida, de sumisión y de obediencia... haciendo tanto por agradar al otro, por satisfacer esa necesidad y dejando a uno mismo al destino de las circunstancias de la nada, aferrándose con tanto ahínco a lo que no depende ni dependerá nunca de uno mismo. Los budistas tienen otro concepto del desapego mucho más saludable que el pensar que somos malas personas por no amar lo suficiente... Para ellos tiene un sentido liberador y positivo; significa (Rahula, W. 2008) “soltarse o desprenderse de la avidez y/o desistir de lo que nos lastima, emanciparse o liberarse del deseo malsano”. Desapegarse en sánscrito es disfrutar de las cosas sabiendo que son transitorias y desarrollar un estilo de vida fundamentado en la independencia emocional (no posesión). Yo lo definiría como vincularse con dignidad a todo y todos en una base de responsabilidad, respeto y libertad. Por eso hoy lo invito a desapegarse de todas esas necesidades creadas que le impiden mirarse a sí mismo y seguir su propio destino, a lo que le dañe, lo esclavice, le impida ser auténtico y sentirse pleno, a lo que reste calidad de vida, a lo que lo aleje de centrarse en sus propias necesidades reales y evolucionar sanamente.
Los apegos, las dependencias, las inseguridades, los pasados no superados, los futuros ilusorios, las admiraciones ciegas, las soberbias, las mentes grises, las deslealtades, la intolerancia a la frustración, el enmudecer las emociones, la impulsividad, la falta de introspección, las críticas y los juicios... todo eso se paga caro, por eso es menester educarse en el desapego; sobre todo el de la mente, el de la racionalidad, los valores personales, las emociones y los sentimientos. Nadie es responsable de usted ni de sus daños. Acepte y vea lo que es y no lo que quisiera que fuese y, sobre todo, deje de vivir en el autoengaño. Al final, es uno mismo quien debe superar el hastío y el vacío que deja lo que se va, lo que termina, lo que se acaba. Y todo porque se insiste en no disfrutar del presente, a sabiendas de que sólo es real la impermanencia. Como siempre, usted elige. ¡Felices desapegos, felices vidas!
