Contracorriente VI. La autotraición
Hoy le invito a estar presente, a ir a contracorriente de las interpretaciones subjetivas sobre la realidad y los hechos comprobables, a ir a contracorriente de la fantasía, de las alteraciones voluntarias de la realidad, de las verdades a medias...
Hacer todo el bien posible, amar la libertad
sobre todas las cosas y, aun cuando fuera
por un trono, nunca traicionar la verdad.
Ludwig van Beethoven
De acuerdo con la RAE, la traición es la falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener. La autotraición es quebrantar la fidelidad o lealtad que tenemos hacia nosotros mismos.
La autotraición es el resultado directo de la elección de no ser consciente, es decir, elegir ante la realidad, la evasión directa. Si no vivimos de manera consciente, el precio inevitable es un mermado sentido de eficacia personal y de respeto por uno mismo. No podemos sentirnos valiosos y competentes si conducimos nuestra vida en un estado de confusión mental. Nuestra mente es el mejor y mayor instrumento de liberación y de supervivencia; si traicionamos nuestra mente, nos traicionamos a nosotros mismos. Elegir no pensar, elegir no reflexionar, elegir no hacernos responsables de la realidad que nos compete y sustraernos de ella afecta directamente nuestra autoestima y, peor aún, la reputación que nos debemos a nosotros mismos. Traicionar la consciencia es una autoanulación a la mente y, por ende, a nosotros mismos.
Ser consciente no es un esfuerzo sobrehumano que debamos hacer de manera permanente, es estar en el estado adecuado a lo que se está haciendo, enfocados en el momento, en la actividad y en el pensamiento; quien dictará lo que es adecuado es el contexto. Otro punto relevante, quizá el más, es que el vivir conscientemente implica un respeto absoluto hacia los hechos de la realidad; de uno mismo y del entorno; es vivir siendo responsables hacia esa realidad, nos guste o no nos guste, simplemente debemos reconocer que lo que existe, existe, y lo que no, no. Los deseos, temores, evasiones o negaciones no modifican los hechos.
Todo lo anterior es sólo el preámbulo para poder comprender esta práctica cada vez más común de no distinguir los hechos de las interpretaciones y de las emociones. Los hechos tienen un inicio, un desarrollo y un fin y, claro, una o varias consecuencias. Lo que interpretamos de los hechos, lo que percibimos o cómo nos sentimos es independiente de los hechos. Si no identificamos estos aspectos subjetivos de uno mismo y los detenemos, es muy probable que perdamos objetividad y, por tanto, eficacia personal y, consecuencia directa de lo anterior, cometamos autotraición, recreando un papel que no nos corresponde, eligiendo equivocadamente o tomando decisiones que pueden perjudicarnos. No es novedad, sorprende cada vez con mayor petulancia la tendencia a desvalorizar el hecho tangible y comprobable, los hechos no pueden tener otros datos, los hechos ofrecen pruebas claras que corresponden a los mismos y que son elementos determinantes de la realidad, de la verdad. Los hechos no dejan lugar a las interpretaciones o, por lo menos, no deberían. Cosa diferente son las palabras, las palabras pueden ofrecer un sinfín de escenarios, de probabilidades y de posibilidades más allá de la realidad. Sin embargo, las palabras no pueden cambiar la realidad de los hechos, pueden solamente reinterpretarla y eso ya no es la realidad.
Por eso hoy le invito a estar presente, a ir a contracorriente de las interpretaciones subjetivas sobre la realidad y los hechos comprobables, a ir a contracorriente de la fantasía, de las alteraciones voluntarias de la realidad, de las verdades a medias, de los mecanismos de defensa y de evitación. Lo que es, es, y lo que no es, no es. Aceptemos la realidad porque sólo en ella podemos tomar decisiones y elecciones objetivas y mantenernos en un estado adecuado y consciente. Quizá no sean hechos fáciles de asumir, pero es el camino más seguro hacia la salvaguarda de nosotros mismos, hacia el respeto personal que nos merecemos y hacia la reputación personal que nos determina a cada uno.
No acepte que nada ni nadie le plantee una realidad que no existe o decida cambiarle los hechos, tampoco acepte pertenecer a una realidad que ya no es la suya y que no haya elegido. Usted es responsable de los hechos que acepta o no y del valor que da a sus interpretaciones. Mejor abrace la realidad, verifique los hechos, reflexione, piense y elija de manera consciente la vida que desea vivir y no permita por ningún motivo que su mente o las mentes ajenas alteren los hechos con interpretaciones y falten a la verdad. Usted tiene el control, no lo ceda. Como siempre, usted elige.
¡Felices contracorrientes, felices vidas!
