Contracorriente V. Situationship

El amor, para llamarse amor, requiere enfrentar todos los miedos, empezando por uno mismo, el amor es tan poderoso que no sólo invita a hacerlo, sino que reconforta, el amor, en cualquiera de sus formas, no es un lugar inestable

De lo que tengo miedo es de tu miedo.

                William Shakespeare

Situationship se define como una relación amorosa en la que dos personas comparten una conexión física y emocional sin comprometerse. Es algo así como estar sin estar, estando. No es un noviazgo ni una amistad ni mucho menos una relación de pareja estable. Es una relación basada en el momento presente, donde los involucrados reconocen su afinidad especial, pero evitan proyectarse a largo plazo o establecer algún tipo de exclusividad.

Si se somete a una minuciosa investigación, se sabe que, en la actualidad, tiene una aprobación social en las parejas jóvenes de un 49% y a mayores. Esta palabra ha sido destacada por el Diccionario de Oxford como reflejo de las tendencias sociales del 2023 y, al parecer, muy lejos estamos de que deje de serlo. Esto nos obliga a reflexionar sobre la capacidad que tienen las prácticas sociales comunes de migran a los asuntos más importantes de la vida íntima de los seres humanos. Hoy, la inmediatez, el consumismo, la disponibilidad de opciones y la capacidad de todo ser desechable se inserta sigilosamente en la mente, en el pensamiento, en las emociones… afectando potencialmente el autoconcepto y la autovaloración de uno mismo. Así, las herramientas que se han utilizado para sufragar estos embates del amor moderno son: los mecanismos de evitación y la responsabilidad afectiva. Resultando así en una sociedad que se relaciona de manera evitativa, irresponsable y temerosa… El sociólogo y filósofo ensayista Zygmunt Bauman le llama “amor líquido” o “modernidad líquida” y se refiere a que las personas no quieren tener una relación, pero sí quieren relacionarse. La pregunta es si realmente es posible relacionarse y consolidar una relación en todos los aspectos sin que exista de por medio compromiso o responsabilidad alguna, y la segunda pregunta obligada es: ¿cuál puede ser la razón subyacente para que se prefiera seguir relacionándose de esa manera? Pues bien, resulta muy claro para los especialistas en la materia que el miedo juega un papel fundamental en estas elecciones.

Miedo a ser vulnerable, a ser lastimado, a involucrarse, a perder otras oportunidades, a perder su libertad, a establecerse, a perder sus privilegios personales, a compartir; miedo a no cubrir las expectativas o a que no las cubran, a no ser suficiente, a equivocarse… miedo a las conversaciones difíciles, a verse descubiertos, a la exposición, a los celos; miedo a la imagen que se han creado, miedo a fallar… en fin, miedos de todo tipo, ¿y para qué combatir un miedo y luchar contra nosotros mismos si podemos fácilmente evadir esa realidad que implica, a todas luces, un esfuerzo catártico en pos de la modernidad? Así, se van mintiendo las mayorías, sin comprender que los miedos que no se enfrentan nos devoran, bien lo decía Maquiavelo: Los fantasmas se ven más grandes de lejos que de cerca. La evitación es sólo un alivio momentáneo, lo que en realidad genera a largo plazo es reforzar los autoesquemas de inseguridad y minusvalía personal. Lo mismo sucede con la responsabilidad afectiva, que es ser consciente del impacto emocional que nuestras acciones tienen en nosotros mismos y en los demás, y en tomar medidas para manejar esas emociones de manera correcta y responsable.

El amor, para llamarse amor, requiere enfrentar todos los miedos, empezando por uno mismo, el amor es tan poderoso que no sólo invita a hacerlo, sino que reconforta, el amor, en cualquiera de sus formas, no es un lugar inestable, al contrario, es sólido ante las tempestades y tan liviano que impulsa a la evolución; que nadie se engañe, este tipo de relaciones sólo pueden tratarse como un incipiente acercamiento al otro y a uno mismo, un preescolar trunco del buen amor; el buen amor siempre nos hará mejores seres humanos y siempre nos hará más fuertes, más seguros, más capaces, más inteligentes y sensibles, incluso más sanos. El amor, para llamarse amor, sí necesita de compromiso, de responsabilidad, de empatía, de comunicación, de historias en común, de realidades, de confianza, de lealtades… y no tanto porque el amor lo exija, sino porque el amor lo inspira. Quizá y sólo quizá, lo primero que debamos de vencer es esa tendencia inhumana de hacer de todo una inmediatez… una evaporación, y elijamos volver al arraigo de lo que vale la pena, de lo que hace hogar, de lo que forma, educa y construye, de lo que trasciende y nos determina. Como siempre, usted elige.

¡Felices contracorrientes, felices vidas!

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