Contracorriente IV. #BAE

El amor, más que hacernos vulnerables ha de fortalecer las estructuras más solidas que existan en cada uno

  • Es preciso saberse amar a sí mismo, con amor sano y saludable, para saber soportarse a sí mismo y no vagabundear.

Friedrich Nietzsche

Cada año, se integran del mundo de las redes sociales al lenguaje un aproximado de entre 30 a 60 palabras nuevas; esto representa la adaptación a nuevas realidades, a nuevas formas de pensar y de concebir el mundo. BAE es un acrónimo de la expresión inglesa before anyone else (antes que nadie). En la actualidad es común verlo como un hashtag. Se utiliza para nombrar a quien está por encima de cualquiera, para expresar afecto de una persona hacia otra en un nivel alto de jerarquización, es algo así como decir: “eres mi BAE; eres la persona más importante de mi vida”.

Definitivamente, todos tenemos un BAE; lo que toca reflexionar es que el primer BAE debería de ser uno mismo… Encumbrar a alguien por el amor que le profesamos no es una decisión que deba minimizarse. Amar a alguien es de suma importancia, ponerlo delante de todo lo demás, no. Uno de los principios fundamentales del amor es el saber que el otro hará todo lo posible por estar y ser lo mejor que pueda ser y comprenda el valor que representa. Las dependencias y los apegos no son buenos consejeros, ni mucho menos buenos alicientes, limitan nuestra propia evolución y sesgan de manera casi imperceptible, pero absolutamente real, nuestra libertad y nuestra toma de decisiones.

No me malinterprete, podemos amar profundamente, sin embargo, debemos ir a contracorriente de la ceguera personal que ese amor pueda provocarnos, quizá no por su propio deseo, sino por la liviandad propia del amar y también cuando el devenir de ese amor vaya en detrimento de nosotros mismos y de lo que para nosotros es importante; debemos ir a contracorriente del poder que ese amor pueda ejercer sobre nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras emociones y nuestro completo estado de ánimo, y si eso no fuese suficiente le diré que incluso debemos ir a contracorriente de la expectativa que ese amor tenga sobre nosotros mismos y nosotros mismos sobre él. El amor, más que hacernos vulnerables, ha de fortalecer las estructuras más sólidas que existan en cada uno. De lo contrario, como bien dice Nietzsche, no dejaríamos de vagabundear.

El verdadero amor construye, evoluciona, trasciende… no se termina, al contrario, lo que deja en nosotros ha de ser suficiente para seguir expandiéndose ilimitadamente. Por eso, no creo que se deba considerar un BAE superior al que uno mismo representa, ni siquiera el BAE desearía eso para nosotros mismos, nadie puede hacerse responsable de ese papel en la vida del otro. Los elementos que constituyen la felicidad de uno mismo no pueden estar supeditados a la existencia del otro, simplemente porque no le corresponde ser hacedor de esa felicidad. El otro puede proveernos de todo lo que es y compartir con nosotros todo lo que desee, pero será nuestra responsabilidad saber administrar ese amor y hacer que nos transforme en alguien mejor de lo que éramos.

Por eso, hoy le invito a ser su BAE, a ser la persona más importante de su vida, a hacerse responsable de usted, a cuidarse, a motivarse, a establecer sus propios principios y valores, a saber multiplicar el amor que haya recibido, a permitir que ese amor lo defina y lo haga más fuerte ante la vida, a dejar de lado las expectativas siempre injustas, a superar las partidas, a asumir el deber de seguir adelante, a dejar de idealizar la vida perfecta, las relaciones perfectas, las amistades perfectas… a respetar la existencia de cada uno. Recuerde que el amor no es el ancla, sino la vela, el buen amor libera, y el primer amor, el nuestro, es el que nos libera de nosotros mismos, de nuestras propias sombras, de las creencias limitantes, de los puntos ciegos de nuestra historia, de las culpas, de los errores cometidos, de las verdades a medias… el amor hacia uno mismo es el único capaz de prepararnos para los demás baes, para los mejores, para los que valen la pena… Como siempre, usted elige. ¡Felices contracorrientes, felices vidas!

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