Contracorriente II. Delulu
La palabra delulu ha llegado a nosotros —según dicen los expertos en redes sociales— hace 10 años y comentan que ésta se ha convertido en una filosofía de vida de las nuevas generaciones.
El deseo de parecer listo impide el llegar a serlo.
François de La Rochefoucauld
Se puede ir a contracorriente de todo, incluso de uno mismo… la diferencia de que esa actitud se convierta en un éxito o en un fracaso corresponde a una línea muy delgada que separa la realidad de la fantasía, de lo que cada uno es y tiene como esencia. Si no sabemos quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, difícilmente sabremos discernir el qué, el para qué y el para quién trabaja ese contrasentido. La palabra delulu ha llegado a nosotros —según dicen los expertos en redes sociales— hace 10 años y comentan que ésta se ha convertido en una filosofía de vida de las nuevas generaciones. Lo cierto es que ni el término ni la filosofía per se, ni tampoco las generaciones más jóvenes son fieles seguidores de la misma. La mentira, mi querido lector, el aparentar lo que no se es y no se tiene y, peor aún, el vivir pensando y sintiendo que a golpe de buenos pensamientos, manifestaciones y visualizaciones profundas se lograrán los mismos resultados que trabajando en uno mismo es, a todas luces, el craso error de la involución humana que ha acontecido por tiempos inmemorables.
Delulu proviene del vocablo anglosajón delusional, es decir, ilusorio o delirante, se dice que se originó en la cultura K-pop, donde se utilizaba de manera despectiva para referirse a los fans de ídolos que soñaban con conocerlos y entablar relaciones más íntimas y cercanas. Sin embargo, en los últimos años ha ido cambiando hacía una filosofía de vida positiva, en la que la autoconfianza y la autoafirmación son las bases.
En lo personal, soy una fiel defensora del pensamiento positivo y sus beneficios en nuestra vida, aun así, el positivismo excesivo y tóxico minimiza las emociones reales e impide ver y vivir la realidad de manera objetiva, y esto me produce cierto resquemor. Las apariencias son realidad sólo para aquellos que las necesitan, y las necesitan quienes han renunciado a sí mismos y a todo su potencial. Cómo se puede acceder a lo que uno es fingiendo lo que se desea llegar a ser, es como querer atajar por el camino más largo y, lo peor, no es el incauto que creyó en la apariencia, sino el productor de ésta, que no cree en sí mismo y requiere salvarse de sí a través de un malogrado progreso.
Como coach y consultora en imagen pública le diré que la teoría podría considerarse, a la luz de ambas especialidades, muy prometedora; se dice que uno debe comportarse como aquél en quien desea convertirse; se ve y se escucha continuamente aquello de “¡créetelo!”, aquello de “¡si lo sueñas, es porque es posible!” .
El delulu es sólo una ilusión, que nadie se engañe. Es probable que el exceso de tecnología, la inmediatez o la brevedad del todo pueda deslumbrar a la ignorancia o pueda, incluso, alimentar el vacío existencial del nihilismo negativo, pero la realidad es que, si uno no es lo que predica, deja de ser no sólo quien pretende ser, sino quien pudiera llegar a ser o ser simplemente lo que era antes de todo ese debraye. Podemos y debemos pensar en positivo, pero eso no es suficiente para validar las credenciales del conocimiento debido. El pensamiento positivo genera confianza y, ese estado anímico, dopamina, oxitocina y otras sustancias que estimulan la salud celular y su regeneración. Sí, está comprobado que nuestro organismo funciona mejor desde un pensamiento que se anticipa al éxito. Sin embargo, nada de esto es posible en el tiempo si no existe un cambio real e integral que abarque mucho más que el pensamiento, se necesita voluntad de cambio, acciones diferentes, decisiones distintas, emociones más equilibradas.
El problema del delulu no es el concepto en sí, sino su falta de análisis profundo, la inmediatez se convierte siempre en una falta de información y de sentido común. No hay camino más seguro hacía la superación, la confianza y la autoestima de uno mismo que ponerse a prueba, el mejor de los éxitos no es el que validan los aplausos externos, sino el orgullo y la valía que se reconoce uno a sí mismo cuando al fin comprende que no se cambiaría por nadie más y que ama y admira el ser en el que se ha convertido y en el que trabaja por superar cada día. Como siempre, usted elige. ¡Felices contracorrientes, felices vidas!
