Amor, amor…
Créame, el acto de amor propio más grande que nos debemos es el de renunciar al mal amor, a elegir esos amores que no nos permiten amarnos a nosotros mismos, esos que exigen, a la par, lo que no son capaces de darse a sí mismos.
No hay disfraz que pueda largo tiempo ocultar
el amor donde lo hay ni fingirlo donde no lo hay.
François de la Rochefoucauld
Se suele aprender poco de las buenas experiencias de la vida y se elige aprender más de aquellas que no lo son tanto. Los seres humanos estamos diseñados para prever los riesgos, para procurarnos un espacio de sobrevivencia adecuado, quizá por ello elegimos quedarnos con lo que representa un peligro, una alerta con aquello que amenaza nuestra estabilidad… El problema de algunos es que se quedan ahí, en la emoción del momento, en el miedo que deja esa mala experiencia y lo convierten en un estado de ánimo permanente en aspectos importantes de su vida.
La vida no merece ese trato ni usted tampoco. La pregunta para reflexionar es por qué uno elige quedarse con las malas experiencias y aprender de ellas más que de las buenas experiencias… por ejemplo…
Elegimos amar por muchas razones, en principio, porque existe una empatía que va ampliando un sinfín de posibilidades, según las situaciones, lo que es seguro es que elegimos amar a alguien por lo que nos hace sentir cuando está a nuestro lado. Elegimos amar por esta transformación que nos provoca ese sentir… por el estado al que nos lleva esa experiencia, por lo que ese estado nos procura en nuestra vida… al final, elegimos amar por una cuestión meramente personal de satisfacción y de plenitud. Por ese amor hacemos lo que haya que hacer —la mayoría de las veces—, por el simple goce de verle sonreír y de saberle feliz… si pasa por un buen momento, lo celebramos; si tiene algún quiebre, lo contenemos; en la medida de lo posible, alentamos, motivamos y empoderamos sus sueños, cuidamos su salud, nos preocupamos por cada circunstancia que viva y estamos presentes para lo que necesite, el tiempo que lo necesite… el amor tiene ese gran poder.
Lo sorprendente es que sabemos muy bien amar, pero no sabemos muy bien cómo amarnos, y la dinámica tendría que ser la misma. Procurarnos a nosotros mismos ese bienestar que elegimos para aquellos que amamos. Y, en su lugar, algunos no lo hacen, evitan a toda costa estar a solas consigo mismos, tener pláticas profundas, tiempos de calidad, apoyarse en los momentos difíciles y contenerse a sí mismos, celebrar los triunfos, cuidar su salud… Hay tantos que eligen amar a los demás en un rango de altísima calidad mientras minimizan su amor propio.
Le diré más, sus grandes amores terminan el día que usted se da cuenta de esa gran verdad de haber dado lo que a usted mismo no se dio e, incluso, se quitó. No es culpa del mal amor, es responsabilidad del mal amor que usted se daba mientras elegía amar al otro. Y se dice que se aprende la lección del amor mal pagado, como si al dejar ese amor se llevase consigo la mala conducta y vuelva al ruedo a elegir lo mismo con los mismos patrones… No se equivoque, es usted quien elige amar de la misma manera…
No todo está perdido… intente por un momento, por una vez, amarse a sí mismo como ama a quien más ama, con esa valentía, esa rebeldía, esa locura, ese interés, ese entusiasmo… Es muy probable que, en ese tiempo de conocerse mejor, se convenza de su valía y entienda, de una vez, quién sí merece y quién no merece estar a su lado. Deje de tomar las malas experiencias como aquellas de las que vale más la pena aprender, mejor tómelas todas y aprenda de todas ellas, se sorprenderá del poder que tienen para cambiar el enfoque de sus futuras decisiones. Todo lo bueno y lo malo de su vida tiene una razón importante para formarle y para que usted elija de qué lado quiere vivir y cómo quiere hacerlo. Los buenos amores parten del amor que usted sea capaz de proveerse a sí mismo, no busque quién llene sus vacíos ni quien satisfaga sus necesidades, busque quién le empodere, aún más si cabe, a lograr cada una de sus metas, abrace ese amor que sea capaz de construir y no de destruir todo a su paso y sobre el amor, amor… elija su amor y permita que el otro también elija el suyo, ése es el amor que hace bien, el que parte del buen amor que nos damos a nosotros mismos.
Créame, el acto de amor propio más grande que nos debemos es el de renunciar al mal amor, a elegir esos amores que no nos permiten amarnos a nosotros mismos, esos que exigen, a la par, lo que no son capaces de darse a sí mismos. Mire bien: cómo se ama aquél a quien ama…
Por eso, hoy le invito a amarse, simplemente así, como usted ama a quien más ama… y a vivir su propia experiencia del amor. Porque le aseguro que lo que no sea capaz de darse a sí mismo, con el tiempo… tampoco será capaz de darlo a los demás y viceversa… como siempre, usted elige. ¡Felices amores, felices vidas!
