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La Quina, Salinas y el libro

Martín Moreno

Martín Moreno

Archivos del poder

“Yo la maté de un balazo… ¡soy un héroe!”, le dijo el niño de cuatro años de edad al reportero de Excélsior, Alberto E. de Aguilar, al narrar la muerte de la sirvienta, Manuela, dentro de la residencia de la familia Salinas de Gortari. Era la edición del 18 de diciembre de 1951.

El menor asesino era Carlos, quien 37 años después se convertiría en Presidente de México. Junto con su hermano Raúl, de cinco años, y su amigo Gustavo Zapata, de ocho, habían fusilado a Manuela con un rifle propiedad de Raúl Salinas Lozano, padre de Carlos y Raúl, político, secretario de Industria y Comercio en el gobierno de López Mateos. Presidenciable.

Este hecho marcó a fuego uno de los episodios más relevantes dentro de la política mexicana contemporánea. El crimen de Manuela fue el detonante de una historia de poder y venganza. De rencores y ajustes de cuentas.

Los protagonistas: Carlos Salinas de Gortari. Los Salinas, su huella negra en la historia de México, el abuso del poder. Joaquín Hernández Galicia, La Quina, el todopoderoso líder del sindicato petrolero. Un enfrentamiento histórico.

UN ASESINO EN LA PRESIDENCIA. Corrían los días políticos de 1987. Venía el destape presidencial. Los favoritos: el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett; el de Energía, Alfredo del Mazo; el de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari, y el regente Ramón Aguirre Velázquez. Decidiría el gran elector: el presidente Miguel de la Madrid.

Bartlett, el político. Del Mazo, el hermano. Salinas, el tecnócrata. Aguirre, el amigo.

Con la sucesión presidencial hirviendo, apareció un libro titulado Un asesino en la Presidencia, escrito por José Luis González Meza, donde narraba la vida del clan Salinas, enfocándose en Carlos, a partir de haber confesado el asesinato de Manuela, la sirvienta.

El escándalo estalló.

Que el libro salió de Gobernación. Que salió del DDF. Que era un mensaje del poderoso sindicato petrolero liderado por La Quina y Salvador Chava Barragán Camacho.

Con Salinas presidente, con el tiempo del rencor, el editor del libro, Guillermo de la Parra (esposo de la escritora Yolanda Vargas Dulché) fue encarcelado, acusado de evasión fiscal. González Meza tuvo que huir del país.

“YO NO FUI”: BARTLETT. Antes del destape ocurrido en octubre de 1987, Bartlett y Salinas tenían un acuerdo político que, con el paso de los años, se consolidó: no atacarse mutuamente.

Ambos cumplieron: Bartlett fue el artífice del fraude electoral que permitió a Salinas de Gortari llegar a Los Pinos. Salinas lo recompensó con la Secretaría de Educación y con la gubernatura de Puebla.

Pero en los días en los que el libro circulaba y dañaba la imagen de Salinas, crecía la versión de que Bartlett era el responsable. Todos volteaban hacia Gobernación.

Por eso, astuto, Bartlett le hizo llegar un mensaje a Salinas: de Gobernación no salió el libro Un asesino en la Presidencia.

Entonces se reveló al responsable del patrocinio: Hernández Galicia, La Quina.

Y más: el libro estaba siendo impulsado desde el DDF por Ramón Aguirre.

Hombre de rencores, Salinas de Gortari se la cobraría en 1992 a Aguirre: a pesar de ganar la elección para la gubernatura de Guanajuato, no lo dejó llegar. Fue el inicio de las famosas concertacesiones, palabra acuñada por el columnista Francisco Cárdenas Cruz.

EL QUINAZO. Durante su campaña, Salinas visitó Ciudad Madero, el bastión del poder petrolero. De La Quina. De Barragán Camacho, altanero, robusto, bronco, siempre enjoyado.

En pleno acto priista, desde el atril, La Quina enarboló que “…los petroleros estamos con Carlos Salinas de Gortari…”. Tronaron matracas y estallaron vítores. Aplausos. Salinas estaba impasible. A su lado, Barragán Camacho intentó levantarle el brazo. Salinas se resistió. Barragán, más fuerte físicamente, se lo levantó a fuerza. Era sí o sí. Salinas tuvo que levantarlo.

Ya era un secreto a voces: La Quina y el STPRM apoyaban, política y económicamente, a Cuauhtémoc Cárdenas. Nunca quisieron los petroleros a Salinas.

La revancha llegó el 10 de enero de 1989: La Quina y la plana mayor del sindicato petrolero fueron aprehendidos por acopio de armas y homicidio. Les sembraron el cadáver de un agente del MP en la casa de Hernández Galicia. Todos a la cárcel.

La CTM rodeada por convoyes federales. Cercada para detener también a Barragán. Este reportero pudo entrar por el estacionamiento aledaño a Vallarta 8. Vimos cómo salía Barragán en camilla.

La venganza de Salinas se había consumado.

Ayer, Hernández Galicia falleció a los 91 años de edad.

La Quina. El poder. La política. Los secretos.

Twitter: @_martinmoreno

 

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