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Infierno en la Tierra

Lorena Rivera

Lorena Rivera

El planeta vive un infierno y no es una exageración. Se ha calentado 1.1 grados centígrados y ello ya tiene consecuencias alarmantes. Por ejemplo, el deshielo de los casquetes polares no sólo contribuye al aumento de los niveles de los océanos, también alimenta el círculo vicioso del calentamiento global.

Las investigaciones del Servicio de Cambio Climático de Copérnico indican que el planeta, si bien en su conjunto se calienta, esto no sucede de manera uniforme, pues el Círculo Polar Ártico lo hace a más del doble que el resto de las regiones.

Siberia occidental se calienta más rápido de lo previsto, así lo demuestran las variaciones de temperatura, árboles y arbustos secos, incendios forestales e incluso los mosquitos.

La ciudad Verkhoyansk experimentó un calor abrasador en este verano de 38 grados Celsius el pasado 20 de junio.

Sí, 38 grados centígrados, una temperatura que ni en la CDMX hemos vivido en este verano.

Si bien la Organización Meteorológica Mundial se encuentra analizando los datos para reconocer esos 38 grados centígrados como un récord de calor, los expertos están preocupados por las imágenes satelitales que muestran en rojo gran parte del Ártico ruso, de acuerdo con la agencia informativa Reuters.

Y agrega que los registros atmosféricos de hace más de un siglo indican que “las temperaturas del aire en el Ártico también alcanzaron nuevos máximos en los últimos años”.

Verkhoyansk, al noreste de Siberia, en la región de Yakutia, es o quizá era el lugar más frío del mundo, tan es así que, de acuerdo con los reportes de algunos medios europeos, las temperaturas cálidas del verano motivaron a los habitantes a dejar el confinamiento causado por el covid-19.

Ojalá esos 38 grados centígrados nos muevan a la acción climática urgente, porque, de lo contrario, inclusive actividades que tanto disfruta la gente se verán afectadas por el incremento de las temperaturas, olas de calor sofocantes, el aumento de los niveles de los océanos y fenómenos meteorológicos devastadores.

Hace unos días, la Alianza de Transición Rápida (Rapid Transition Alliance) presentó un estudio que alerta sobre la amenaza que representa la crisis climática para la mayoría de los eventos deportivos.

En los próximos años, deportes, dice, como futbol, tenis, cricket, futbol americano, atletismo y golf, sólo por mencionar algunos, enfrentarán afectaciones e interrupciones debido a inundaciones, olas de calor, incendios y aumento del nivel del mar.

Del cambio climático tampoco se salvarán los Juegos Olímpicos de verano ni los de invierno ni la Copa Mundial de Futbol, los abiertos de tenis ni los torneos de rugby, entre muchos otros deportes.

El estudio arrojó que, de aquí a 2050, los estadios de 23 de 92 clubes de la liga de futbol inglesa se inundarán parcial o totalmente cada año y uno de cada tres campos de golf británicos se verá afectado por el aumento del nivel del mar.

Reino Unido, cuna del futbol, cricket, tenis y rugby, enfrenta —como la mayoría de los países— la amenaza del cambio climático con temperaturas más altas, sequía e inundaciones.

No tomemos el futuro como algo que quizá no pasará, volteemos la mirada a los hechos para darnos una idea de lo que la inestabilidad del clima depara.

La Copa Mundial de Rugby del año pasado fue golpeada por un tifón y el Abierto de Tenis de Australia, a principios de año, fue interrumpido por el humo de los incendios forestales más devastadores que han ocurrido en ese país.

Y organizar los Juegos Olímpicos de Invierno será cada vez más difícil, pues las altas temperaturas están ocasionando el derretimiento prematuro de hielo y nieve.

Ahora bien, imagínense el riesgo que significará para los deportistas realizar cualquiera de las disciplinas con temperaturas de entre 30, 35 o más grados centígrados, con ambientes secos o húmedos en extremo. En esas temperaturas será exponerlos a golpes de calor, lo cual puede ocasionar la muerte.

No por nada la próxima Copa del Mundo, en Qatar, no se realizará en verano, las temperaturas son infernales, con un máximo promedio de 41.5 grados centígrados y un mínimo promedio de 29.1, por ello se trasladó al otoño.

Otro dato del estudio señala que la industria deportiva como tal debe disminuir hasta cero su huella de carbono, pues los eventos emiten dióxido de carbono equivalente a lo que produce Bolivia —en el extremo inferior— y tan grande como lo hace España —en el superior.

Así que no esperemos a que el destino nos alcance, porque ya lo hizo y seguramente empeorará si seguimos viendo la crisis climática como algo que sólo pega en los polos. El calentamiento global es real y amenaza a todos.

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