Hierba mala sí muere... la buena, también
El glifosato tiene efectos adversos en crecimiento, metabolismo y reproducción de peces, crustáceos y anfibios, además de bacterias benignas y otros microorganismos del sueloy el agua, así como alteraciones esenciales en las abejas melíferas.
El glifosato es el herbicida más usado en el planeta desde su introducción comercial en 1974. Los volúmenes de producción son de los más altos de entre todas las sustancias de este tipo; es de amplio espectro, pues sirve para matar las malas hierbas, pero también las buenas si se esparce accidentalmente.
Roundup, elaborado por Monsanto —adquirida en 2018 por Bayer—, es quizá el plaguicida de mayor controversia, además de ser de los más demandados por miles de personas que han afirmado haber enfermado de cáncer, como consecuencia a la exposición de este producto, pues se emplea en la agricultura, la silvicultura y el sector forestal, así como en algunos usos domésticos y urbanos. Es muy fácil adquirirlo en tiendas y vía comercio electrónico.
De hecho, Bayer indemnizará con más de 10 mil millones de dólares a miles de presuntos afectados por el uso de Roundup.
En un inicio se decía que era benigno, pero estudios basados en la ciencia detectaron que sí causa daños en los humanos y en el ambiente.
El glifosato tiene efectos adversos en crecimiento, metabolismo y reproducción de peces, crustáceos y anfibios, además de bacterias benignas y otros microorganismos del suelo y el agua, así como alteraciones esenciales en las abejas melíferas.
En estas últimas, la industria y el sector agrícola se curan en salud arguyendo que el glifosato no mata a las abejas (seguramente porque no las ven caer), pero los estudios científicos han hallado que ese químico impide el crecimiento de las larvas, reduce las habilidades de navegación, altera la búsqueda de alimento y daña la flora intestinal.
Así que ese conjunto, si no las fulmina, sí hace más difícil su supervivencia y debe recordarse que estos bichitos son polinizadores, lo cual significa que de ellos depende el 75% de los cultivos alimentarios del mundo, de acuerdo con información de la FAO.
En descargo, pero sólo un poco del glifosato, investigadores señalaron que, en un inicio, el uso fue limitado, pues se rociaba sólo sobre la hierba non grata y de ahí no pasaba.
Pero a partir de 1996, cuando Monsanto introdujo cultivos transgénicos o genéticamente modificados, como maíz, soya y algodón, entre otros, se incrementó el uso, pues toleran el glifosato. Si al rociar el producto cae sobre esa siembra, ésta no muere.
Así fue como pasó a convertirse en el herbicida más utilizado de la historia.
Ahora bien, en cuanto a la salud humana, en 2015, el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer de la Organización Mundial de la Salud concluyó que el glifosato es probablemente cancerígeno, es decir, existe un riesgo asociado.
Las personas tienen contacto con ese químico a través de alimentos y agua potable, además, los trabajadores de la agroindustria están expuestos directamente.
En junio de 2014, el glifosato entró a la Lista de Plaguicidas Altamente Peligrosos de la organización Pesticide Action Network International.
Algunos estudios sugieren que la exposición al glifosato puede traer un mayor riesgo de linfoma no Hodgkin (conocido comúnmente como NHL, por sus siglas en inglés), el cual es un tipo de cáncer que afecta los glóbulos blancos de la sangre.
Europa, Estados Unidos y otras naciones han entrado al debate sobre el uso del glifosato y México no es la excepción.
En 2019, la Semarnat negó la autorización de importación de mil toneladas de glifosato, bajo el principio precautorio para la prevención de riesgos. A finales de junio de este año, la dependencia informó que trabaja en la hoja de ruta para reducir gradualmente el uso del químico y hacia 2024 estaría completamente prohibido.
Las medidas han estado sustentadas en la evidencia científica, sin embargo, hace unos días el glifosato confrontó a la Semarnat con la Sader (antes Sagarpa), pues ésta envió a la Conamer lo que podría ser un proyecto de decreto presidencial que estipula acciones que determinen la seguridad del glifosato, lo cual es lo opuesto a las acciones emprendidas contra ese químico.
Más allá de la grilla política, también está la económica. El vicepresidente agrícola del Consejo Nacional Agropecuario, Rogelio García, en una entrevista radiofónica, aseguró que el uso del glifosato ha sido autorizado por más de dos mil estudios, pero si resulta cancerígeno, “que lo confirme la ciencia”.
La cuestión es que la ciencia, a lo largo de los últimos años, sí encontró efectos adversos.
Lo cierto es que el glifosato ayuda a la industria agroalimentaria a incrementar sus rendimientos y disminuir los costos. De ahí que se entienda la reticencia.
