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Día de la Raza, y de la hispanidad

Julio Faesler

Julio Faesler

La rivalidad comercial de Portugal y Francia galvanizó el espíritu de aventura a la euforia triunfal española de 1492, y por fin se lanzó el gran proyecto de encontrar la ruta diversa. Un providencial error geográfico hizo que las distancias se encogieran y antes que llegar a las Indias, se interpusieron las Américas. La carta de Isabel la Católica al Gran Khan de China no se entregó.

Ese afán por diversificar rutas y destinos también lo hemos sentido como uno de los propósitos siempre buscados por México, cuando de comercio exterior se trata. Pero, pese a ése o a esos reiterados deseos, los intercambios con nuestro vecino del norte siguen ocupando una alta proporción, alrededor del 70%, del total de nuestro comercio exterior. Mucho hemos avanzado desde aquellos años en que el petróleo ocupaba más del 80% de nuestras ventas al exterior, sin embargo, falta todavía bastante para independizar nuestra economía.

Los frutos del TLCAN fueron positivos y, gracias a ese acuerdo, hemos ocupado en las armadoras de automóviles, equipos electrónicos y de aparatos domésticos, así como de las procesadoras de productos agropecuarios, una parte importante del gran contingente de mano de obra disponible, liberada del trabajo rural.

Al cumplir su cometido, el mencionado acuerdo orientó intencionadamente nuestro comercio exterior hacia Estados Unidos. Nuestras exportaciones superan mil millones de dólares diarios y, sin duda, crecerán más si el marco político de las relaciones con Estados Unidos lo favorece.

He aquí el asunto. La dependencia de las decisiones norteamericanas que México tiene que admitir, y ahora más directamente, las de la Sala Oval de la Casa Blanca, sujeta a esa contingencia a cualquier plan de desarrollo comercial nuestro, más aún, cualquier programa siquiera de mediano plazo a esa realidad. Hay muchas razones que la explican, pero la más importante es que no tenemos ni la fuerza suficiente, en términos de producción agrícola, industrial o científica, ni la fortaleza financiera para hacer valer nuestras propias conveniencias nacionales. Nuestro discurso en el exterior no es decisivo.

El caso del nuevo acuerdo trilateral USMCA viene a cuento. Por lo que se está percibiendo, a medida que se van conociendo sus detalles, los lazos convenidos son más apretados que antes. Las reglas de origen regionales, las limitaciones a los volúmenes de exportaciones, las exigencias de altos salarios son sólo un inicio de un conocimiento indispensable. Preocupa que se pretenda excluir a países del acceso al mercado regional por razones obviamente ajenas a las comerciales, lo que contrasta con que nada debe pretender impedirle a México su derecho de entrar en conversaciones provechosas con cualquier país que le resulte conveniente.

Cristóbal Colón se entregó a abrir el mundo a las nuevas e insospechadas dimensiones. Aunque ya no hay tierras ignotas por conquistar, sí las hay abiertas, más que nunca, en el mundo multilateral que vivimos de usar la economía y el comercio internacional para hacer que el mundo sea el hogar digno y atractivo para todos sus habitantes.

El Día de la Raza que se celebró ayer, también llamado Día de la Hispanidad, es una fecha que mantiene un significado vigente. La cultura que España hizo llegar hasta los extremos de Oriente de las Filipinas se lanzó por la gran ruta que unió a Asia con Occidente, precisamente, a través de la Nueva España, México. Queremos que esa gesta histórica en que fuimos factor decisivo se expanda en un mensaje de paz y progreso.

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