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Violencia y medios: derrape matutino

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

El incendio de Notre Dame es una tragedia para París, para Francia y para toda la humanidad, una pérdida para la vida cultural, religiosa, para la vida misma. Cómo se pudieron consumir 850 años de historia, con todo su simbolismo y trascendencia, en medio de unos simples trabajos de restauración, es incomprensible. Tendrá repercusiones en la vida de todos nosotros, pero también en la política francesa y europea. Todos perderemos.

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No me gusta el estilo periodístico de Jorge Ramos, por momentos pareciera que el comunicador es el principal protagonista de sus propias historias y que no hubiera un caso, una entrevista, que no terminara en un pequeño escándalo, se llame el entrevistado Trump, Maduro o López Obrador. Pero es verdad que el reciente encontronazo entre Ramos y López Obrador demostró, por lo menos, dos cosas: que el periodista tenía mejor información que el Presidente sobre la situación de violencia y el número de víctimas en el país, y segundo, que el presidente López Obrador no entiende de qué se trata la libertad de expresión y el papel que él mismo juega o debe jugar para preservar su existencia.

Sobre el primer tema ya se ha hablado mucho.

El propio secretario de seguridad, Alfonso Durazo, ratificó las cifras que en aquel debate esgrimió el periodista. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública hubo 8 mil 524 víctimas de homicidio doloso entre diciembre de 2018 y febrero de 2019, lo que equivale a 94.7 víctimas por día. Entre septiembre y noviembre de 2018, las víctimas fueron 8 mil 416 personas, o sea 92.4 homicidios dolosos al día, una cifra inferior a los primeros meses del presidente López Obrador. Si nos vamos a los primeros meses del 2018, la diferencia es aún mayor: entre diciembre de 2017 y febrero de 2018, el número total de víctimas de homicidio doloso fue 7 mil 565, o sea 84.1 por día. El crecimiento anual ha sido de 12 por ciento.

Hay que insistir en un tema. Las cifras de víctimas por ajustes de cuentas seguirán siendo altas, lo importante es la estrategia y, sobre todo, los índices de seguridad cotidiana, que van de la mano con la percepción de seguridad que tenga la gente. Y en esos ámbitos no hemos mejorado. Ocupados con los números, las autoridades se han olvidado de dar a conocer los detalles de su estrategia de seguridad y sus perspectivas para el futuro. Enzarce con un periodista sobre los números del pasado inmediato sólo puede darle, a éste o a cualquier gobierno, un saldo negativo en términos de imagen y percepción. En seguridad, si no se mira hacia el largo plazo, no hay nada que hacer. Eso nos lleva al segundo tema. El esquema de las conferencias matutinas está agotado, o en vías de agotarse. Lo de Ramos, y otros eventos similares que se han dado en las últimas semanas, han demostrado que es muy fácil hacerlo caer en “provocaciones” y que cuando eso ocurre suele mostrar su peor cara, además de que suelta rencores acumulados que no están a la altura de un primer mandatario.

El caso de la fuente que proporcionó la carta enviada al rey de España es un ejemplo meridiano al respecto. Esa carta fue difundida por Reforma y al poco tiempo por El País, pero el propio Presidente olvida que él mismo divulgó esa carta con un video acompañado por su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, filmado en Tabasco. Poco importa cómo se filtró la carta si casi simultáneamente el propio Presidente la divulgaba en las redes y con un video.

Pero además, ni el Presidente ni nadie puede exigirle a un medio que divulgue sus fuentes, mucho menos, aún cuando no estamos en presencia de delito alguno. Justificarlo con la excusa de la transparencia es ridículo. Un medio, un comunicador debe preservar sus fuentes. En todo caso la obligación es que esa información sea verídica y ahí sí puede la autoridad desmentirlo o exigir réplica. En el caso invocado por el Presidente no es así: la información era verídica, se trataba de un documento enviado por él mismo, en el contexto de una estrategia (por cierto fallida) para lograr un gesto político que un tercer país no podía ofrecer en esas condiciones, y que el propio presidente divulgó. Si alguien de su gobierno filtró la información es problema del propio gobierno averiguarlo.

El presidente López Obrador se tomará unos días de descanso y hace bien en hacerlo. Estos meses han sido una vorágine de declaraciones no siempre positivas para su propia administración. Como ha demostrado Luis Estrada en el estudio que ha hecho de las conferencias mañaneras, su rendimiento es decreciente y “el ruido generado por las conferencias es demasiado fuerte, incluso para que AMLO y su gobierno puedan insertar anuncios y mensajes favorables en la opinión pública”. Es hora de reflexionar sobre su conveniencia en el formato actual.

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