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Gracias, Evo

Jorge Camargo

Jorge Camargo

Evo Morales es un gran aprendizaje para México. Accedió legítima y democráticamente al poder. Generó esquemas que disminuyeron la pobreza y amplió los servicios públicos para incluir a los pueblos originarios, históricamente marginados, y puso a Bolivia en la perspectiva del desarrollo regional.

El problema de Morales es que asumió que la transformación de Bolivia no podría darse sin él. Y se quedó 13 años y nueve meses en el poder, hasta que los bolivianos le cerraron la puerta para un mandato más y, pese a ello, intentó el fraude electoral. La gente se cansó.

Generar avances en la economía y en la reducción de la marginación no es sustento para violentar la institucionalidad ni pasar por encima de la voluntad de un pueblo para perpetuarse en el poder. Justo como en México lo hizo Porfirio Díaz, alegando la inmadurez de los mexicanos para darse un gobierno democrático.

Rescatemos para el lector la histórica entrevista que Díaz concedió a James Creelman y que publicó en marzo de 1908 en el Magazine Pearson de Nueva York, y que reprodujera en español el diario El Imparcial, en la que éste negó que la democracia se viera vulnerada por su prolongada permanencia en el poder.

Pronunció una frase fatal: “No importa lo que al respecto digan mis amigos y partidarios; me retiraré cuando termine el presente periodo y no volveré a gobernar otra vez”. Evidentemente, no cumplió y nos fuimos a la guerra civil. Las instituciones no funcionaron.

Esta forma de pensar no es antigua ni caduca, sino reflejo de las mentes de políticos de derecha, izquierda, centro, etcétera, de todas épocas. El populismo está y ha estado en la acción política de los tiempos.

Entonces Evo Morales siguió la misma ruta. Primero enfatizó la división de la nación entre ricos y pobres indígenas (que no le faltaba razón) y, con ello, inventó un enemigo interno para cohesionar a los grupos que lo apoyaban.

Posteriormente, construyó un enemigo externo: “el imperialismo norteamericano”, que le permitió alinearse al eje Cuba-Venezuela-Ecuador, dando consistencia a su discurso populista. Se cerró a las inversiones extranjeras y centralizó la economía nacional.

Minó la libertad de prensa y disminuyó las voces críticas. No había contrapeso. Las ONG fueron acusadas de servir al “imperialismo”. Las diezmó.

Debilitó las instituciones del Estado hasta construir la fórmula ideal del populismo: un presidente fuerte sin contrapesos.

Por ello, al salir Evo Morales, las instituciones no funcionaron para sostener el país y transitar la crisis política.

Gracias, Evo, por mostrarnos la ruta del desastre del populismo.

Él se encuentra bajo la protección de la Ley Sobre Refugiados, Protección Complementaria y Asilo Político, la cual establece en su artículo 34 que la Secretaría de Gobernación puede revocarle tal condición si, con posterioridad, realice conductas contempladas en el artículo 27 de esa ley como:

Cometer un delito contra la paz, el crimen de genocidio, crímenes de lesa humanidad o crímenes de guerra, de los definidos en los instrumentos internacionales ratificados por el Estado mexicano y actos contrarios a las finalidades y a los principios de la ONU.

El gobierno provisional boliviano dio a conocer un audio en el que, supuestamente, Morales estaría dando instrucciones a sus seguidores para mantener los enfrentamientos en su país, incluido el bloqueo a la entrada de alimentos. Al momento, nadie ha desmentido la autenticidad del material.

Dicho gobierno provisional lo denunciará internacionalmente por delitos de lesa humanidad, al promover desde México actos contra la población. ¿Eso sería suficiente para revocarle la condición de refugiado?

Esto, sin duda, puede generar un conflicto internacional para México, que ya, de entrada, enfrenta un descrédito por la forma desaseada por la que se hizo de la CNDH y que el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos cuestionó oficialmente.

La razón es que Evo Morales usaría bienes y recursos proveídos por el gobierno de México, y si éste lo apoya para organizar conferencias de prensa con funcionarios nacionales durante las cuales se promueven acciones hostiles, entonces el gobierno de Bolivia puede acusar a nuestro país de ser cómplice de injerencia en un Estado extranjero.

Esto es elevable a la OEA. Por eso harían bien las autoridades federales en aclarar la procedencia de tales recursos.

Líderes de comités cívicos de Bolivia responsabilizaron al gobierno de México de las muertes futuras que se generen.

Nuestra querencia a los bolivianos está por encima del señor Morales. Al menos la del pueblo mexicano.

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