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Atraer y desarrollar talento (V)

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

México ha sido siempre un país con una política migratoria excluyente, es decir, no estimula ni facilita la llegada de extranjeros, en particular aquellos que quisieran venir a trabajar, ya sea como empleados o como emprendedores.

Lo anterior se demuestra por el simple hecho que no fue sino hasta el 25 de mayo de 2011 que adoptamos la Ley de Migración y el 28 de septiembre del 2012 su reglamento. Durante décadas, la política migratoria se reguló en un apartado de la Ley General de Población, su interpretación fue motivo de innumerables lineamientos, oficios y circulares emitidas por la autoridad administrativa responsable. El Instituto Nacional de Migración (Inami) fue creado mediante un acuerdo del presidente Carlos Salinas, pero su existencia legal se reconoció hasta el 2011 en la ley arriba citada.

Por años, se tuvo una creciente lista de “calidades y características” que pretendían reconocer la actividad, tiempos y formas en que se permitirá el ingreso al país de nacionales de terceros países. Ello dio pauta a una práctica burocrática con altas dosis de discrecionalidad. El extranjero batallaba (aún lo hace) para obtener su permiso a múltiples y cambiantes requisitos, documentos, y por supuesto, pagos indebidos para que su gestión fuera atendida. Era práctica común que si los interesados, ya sea en lo personal o por la empresa que lo requería, querían obtener una respuesta oportuna, lo mejor era recurrir a intermediarios, coyotes que, coludidos con el empleado migratorio, obtenían resultados casi inmediatos, mediante el pago de una importante cantidad, mayor a los derechos que legalmente tenía que pagar el solicitante.

La Ley de Migración, su reglamento y disposiciones administrativas pretendieron simplificar de manera importante tal complejidad. Se establecieron básicamente sólo tres tipos de “condiciones de estancia”: Visitante, con derecho o no de trabajar, por un periodo de seis meses y la obligación de salir del país si desea ampliar su estancia (con el absurdo que el extranjero literalmente cruza la línea fronteriza en el norte o en el sur, obtiene su permiso, y se vuelve a internar); Residente temporal con permiso de trabajo por cuatro años, renovable cada año (parece que hoy puede pedir su extensión en un solo acto), traer a su familia directa, ser solicitado por su empleador el cual a su vez tiene que registrarse ante el Inami para obtener su “constancia de inscripción de empleador”, Residente permanente, que manifiesta su voluntad por residir en México sin límite de tiempo.

No obstante que se simplificó de manera importante la tramitología preexistente a la ley en esta materia, subsiste un alto grado de trámites y gestiones. En la práctica, como me dijo un experimentado exfuncionario migratorio: “sigue prevaleciendo la discrecionalidad en el empleado de ventanilla, las influencias, los intermediarios y la corrupción”.

Este largo antecedente busca dar una idea de lo mucho que habrá que hacer a fin de facilitar la llegada a nuestro país de profesionistas con capacidades de excelencia.

No podemos aspirar a una moderna y eficiente política migratoria mientras no se inviertan recursos presupuestales y humanos en transformar al Inami, el cual requiere renovar su plantilla laboral, sistematizar sus procedimientos a fin de evitar la discrecionalidad en sus decisiones, someter a una estricta evaluación y monitoreo a sus empleados con cero tolerancia a la corrupción, recibir recursos suficientes, estables y predecibles que le permitan planear su cambio en un escenario multianual.

Por ejemplo, establecer una categoría migratoria específicamente diseñada para este tipo de extranjeros, facilitar su obtención, darle seguridad en su permanencia en el país, al igual que a su familia. Condicionar a las empresas que lo soliciten a que se comprometan a que estos especialistas transmitan su conocimiento a sus compañeros mexicanos, a suscribir convenios de colaboración con centros de estudio para contratar a sus egresados e impartir cátedras en sus materias de especialidad.

Los cambios laborales y migratorios descritos en esta entrega y las anteriores sólo tendrán sentido si se enmarcan en un programa nacional de atracción y desarrollo de talento para la innovación y tecnología, el cual abordaré en mi próxima y última colaboración de esta serie.

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