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Cambio climático y democracia

Francisco Guerrero Aguirre

Francisco Guerrero Aguirre

Punto de equilibrio

En el año 2021 transitan en el mundo de forma paralela dos graves crisis de alcance mundial, covid-19 y la emergencia climática. Hemos vivido un año pletórico de pérdidas humanas, de la mano de un virus desconocido y de un clima cada vez más impredecible y letal.

Según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), esta crisis climática se evidencia en la modificación de los patrones de precipitación, el aumento del nivel del mar, la reducción de la criósfera y la intensificación de los fenómenos climáticos.

Los fenómenos climáticos durante este 2021 han golpeado todas las regiones del mundo, con inundaciones incontenibles en Europa Central, incendios forestales en la costa del Mediterráneo, California y en la Amazonia, una fuerte temporada de huracanes y ciclones en el Caribe, y olas de calor en Europa Occidental.

Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), cada año 20 millones de personas deben abandonar sus hogares y desplazarse a otros lugares de su país, e inclusive a otras naciones, por causa la intensidad de los eventos climáticos como inundaciones, sequías prolongadas, degradación ambiental, ciclones, o aumento del nivel del mar.

El propio presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, frente a la emergencia climática en su país, caracterizada por masivos e incontenibles incendios forestales de California y severas inundaciones en la costa atlántica, ha señalado: “…esto es código rojo, la nación y el mundo están en peligro”.

Dentro de este difícil escenario, la vinculación entre cambio climático y democracia es inevitable, el calentamiento global influye de forma trasversal en la vida digna de la gente y en la vigencia de los derechos y responsabilidades de cada persona en el planeta, que son fundamentales para frenar la crisis ambiental mundial.

Considerando todos los informes regionales y mundiales, sobre el impacto del cambio climático en la humanidad, Luis Almagro, Secretario de la OEA, ha señalado que “…los desastres naturales repentinos y cambio climático tienen un efecto directo en las personas y grupos más vulnerables de las Américas”.

En los últimos años desde América Latina y el sur de Asia se ha puesto dentro del debate jurídico mundial, la vigencia de los “derechos de la naturaleza”, como un cuestionamiento al enfoque economicista del mundo.

Se busca que, desde las Constituciones nacionales, leyes e instrumentos internacionales se reconozca y respete a la naturaleza como sujeto de derechos. Es urgente configurar un modelo de democracia ambiental basado en la participación de los ciudadanos respecto a la toma de decisiones públicas sobre el uso sustentable de los recursos naturales.

Este modelo de democracia ambiental requiere que, en el plano internacional, los países con mayores emisiónes de CO2, se vinculen de manera efectiva al cumplimiento de los acuerdos internacionales, como el Acuerdo de París. Los países de las regiones más desarrolladas del mundo, como Asia Oriental y el Pacífico con el 36,3% de emisiones anuales de CO2 o América del Norte con el 14,5%, deben encaminar de forma decidida sus planes nacionales para mitigar los efectos del cambio climático.

 

 

 BALANCE

La mitigación del cambio climático y la formulación de estrategias de desarrollo sustentable deben ser incluidas sin más postergación en el debate público y en los planes de gobierno de candidatos y organizaciones políticas.

Ya hemos cruzado el Rubicón. Estamos en cuenta regresiva para que la humanidad de forma colectiva y solidaria emprenda acciones contundentes y eficaces para mitigar los efectos del cambio climático. Ojalá no sea demasiado tarde.

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