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Entre Juárez y Mussolini

Fernando Islas

Fernando Islas

En mayo de 1924, Francesco Cuccia, don Ciccio, se sintió ofendido por Benito Mussolini: “Está usted bajo mi protección, ¿qué necesidad de tantos policías?”. El desaguisado ocurrió en el marco de la visita del primer ministro italiano fascista a Sicilia, en Piana dei Greci (actualmente Piana degli Albanesi), donde don Ciccio era alcalde y capo mafioso local. Cuando Mussolini se negó a prescindir de su numerosa escolta, Cuccia giró instrucciones para que la plaza donde el duce pronunció su discurso quedara vacía. Mala idea. Un mes después, don Ciccio fue arrestado y en enero de 1925, ya con todo el poder, Mussolini nombró al implacable policía Cesare Mori prefecto de Palermo, enviándole un telegrama con la orden de erradicar la Mafia a cualquier precio: “Tiene carta blanca. La autoridad de Estado debe ser, absolutamente, repito: absolutamente reestablecida en Sicilia. Si las leyes en vigor le obstaculizan no será problema, haremos nuevas leyes”.

Detalles de la historia, en su día un dictador y criminal de guerra europeo casi logra, relatan los expertos, extinguir la Mafia. Ahora, un presidente latinoamericano elegido con 30 millones de votos, quien permanentemente antepone la figura de Benito Juárez y cuyo credo es el de “la fraternidad universal”, continúa con su política de “abrazos y no balazos” en México, pero se niega a dar consuelo a las víctimas del crimen organizado.       

Pero si usted está decepcionado o hasta el copete del gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador, no se preocupe. Ricardo Anaya anunció su regreso a la vida pública. El joven político de Acción Nacional envió un mensaje en el que de lleno arranca una campaña con miras a las elecciones intermedias de 2021, sin dejar de apuntar a las de 2024. De entrada, la verdadera campaña de Anaya es editorial, pues anunció la reciente publicación de su libro El pasado, presente y futuro de México.

La pregunta que se formulan diversos analistas apunta a quién o qué movimiento será capaz de hacerle frente a la Cuarta Transformación. Da la impresión de que la pandemia del covid-19 puso en letargo a una oposición de por sí timorata ante los niveles de aprobación del Presidente. Antes del segundo informe de gobierno, las encuestas tenían a Andrés Manuel López Obrador con una aprobación, variables por aquí y por allá, de más del 50 por ciento, es decir, la mitad de los encuestados palomean el desempeño de esta administración no obstante la crisis sanitaria y sus secuelas. Nada mal para quien, en el momento oportuno, hará un llamado a ejercer el voto, sin ocultar sus preferencias, el 6 de junio del siguiente año. 

El problema esencial de la oposición es que no tiene foro ni gente. Las mañaneras son una especie de asambleas informativas en las que Andrés Manuel López Obrador lo mismo destaca las acciones emprendidas durante su gestión, que fustiga a sus rivales o minimiza las sonoras renuncias de su gabinete. En ellas ha señalado una y otra vez que combate la lacra de la corrupción y salió sin rasguños por los videos de su hermano Pío recibiendo dinero para la causa morenista.

¿Quién le puede hacer frente al hombre que en 2006 organizó un plantón sobre Reforma, Juárez, Madero y el Zócalo con el descarado apoyo del entonces jefe de gobierno, Alejandro Encinas, y que ha pretendido emular, sin éxito, vigilados por la policía, un grupo que llama comunista al hoy Presidente mexicano, ideólogos, por bendita ignorancia, de un macartismo a venas abiertas?

 En este contexto reaparece Ricardo Anaya. Un nuevo trago amargo para Felipe Calderón. Al margen de leer las propuestas que ha vertido, según él, en su libro, el problema con Anaya es que no es un orador ni brillante ni arengador. Carece de genio, fuerza y personalidad. ¿Quiénes se le sumarán? Y lo más importante: ¿A cambio de qué, si no tiene absolutamente nada? Otra cosa: más tardó Anaya en anunciar su regreso que la Unidad de Inteligencia Financiera en confirmar que lo investiga por casos de sobornos de Odebrecht. 

 Pobre país el nuestro. Todo en la arena política es impotencia. Erró feo el Presidente cuando, ante la ONU, mezcló a Juárez con Mussolini. Pero Ricardo Anaya, sin que nadie le haga segunda, no se ve como una opción cuando su futuro inmediato es, precisamente, defenderse ante eventuales acusaciones formales de la UIF.

 

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