A los golpes por su amor a México
La “austeridad republicana”, un principio fundamental promovido por Andrés Manuel López Obrador, no parece una práctica loable para Fernández Noroña.
Quizás nadie como Gerardo Fernández Noroña para enfrentar las contradicciones como quien reta a duelo a los molinos de viento. No, el polémico senador de Morena no está loco, pero es el mejor a la hora de fingir demencia. Capoteó los cuestionamientos en torno al viaje a Japón de Andy López Beltrán, secretario de Organización de Morena, y puso el pecho a las balas cuando salió a la luz pública su casa, valuada en 12 millones de pesos, en Tepoztlán. Independientemente de que esa propiedad la haya adquirido a través de un crédito hipotecario gracias a sus ingresos en el Senado y su canal de YouTube, Fernández Noroña cargará para siempre con el estigma de la falsa austeridad.
La “austeridad republicana”, un principio fundamental promovido por Andrés Manuel López Obrador, el líder indiscutido del movimiento que los llevó al poder en 2018, no parece una práctica loable para Fernández Noroña. Sus compras en secciones gourmet o sus viajes en clase ejecutiva lo retratan. Ante los cuestionamientos, argumenta que gasta su dinero como puede y como quiere.
El problema, en todo caso, ha sido su falta de discreción (a lo que dirá que nada tiene que esconder) y, en oposición, lo que defiende es la ostentación. En corto, alardea que tiene, exhibe lo que adquiere, se jacta de poder comprar, petulante de su patrimonio.
Se podría afirmar que la primera gran incursión de Alito Moreno en la política nacional ocurrió a mediados de 2019, cuando desplazó a José Narro durante el proceso para la presidencia del PRI. En ese entonces, la opinión pública destacó la figura del exrector de la UNAM: hombre inteligente y sensato que podría llevar a mejor camino a la entidad surgida de la Revolución Mexicana. Nadie contaba con Alito y su mazo implacable. No obstante, su discurso frontal y retador cae con frecuencia en la ambivalencia.
Los expedientes de Moreno también dicen algo acerca del tipo. Fue acusado del desvío de más de 80 millones de pesos, según la Fiscalía de Campeche, durante su gestión como gobernador de ese estado del sureste, además de ser investigado por enriquecimiento ilícito, desvío de fondos, peculado, uso indebido de facultades, defraudación fiscal y lavado de dinero.
Sus controversias no se limitan a cuestiones de corrupción. Diversos personajes han hecho fila india para renunciar a su militancia en el PRI, como el exsecretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, acusando a Alito de tener “secuestrado” al partido.
Los elementos que mejor han retratado a Alito son los audios que circulan profusamente por la red. Entre ellos está uno en el que sugiere que a los periodistas “no hay que matarlos a balazos, hay que matarlos de hambre”. Si así se expresa en privado, en público ya dio el aviso estelar en el pleno del Senado.
Al final queda el lema del profesor Carlos Hank González: “Un político pobre es un pobre político”. Son ambiciosos y vulgares, solía decir López Obrador.
CAJA NEGRA
El pasado 29 de julio, el secretario de Salud federal, David Kershenobich, hizo una promesa muy relevante durante su habitual participación en la conferencia mañanera de la presidenta Claudia Sheinbaum: en cuatro semanas se restablecería, en todos los hospitales públicos del país, la vacuna BCG, que previene las formas graves de la tuberculosis, y se administra a recién nacidos.
Ayer se cumplió el plazo fijado y nada: no hay, no existe y el personal de las instituciones sanitarias sólo sabe contener con un escueto: “lo anoto en la lista y nosotros avisamos”. Sería un despropósito recordarle al funcionario que esa dosis, como todas las del cuadro básico, es un derecho infantil. Él lo sabe perfectamente. A seguir esperando. Es lo que toca en tanto va creciendo el número de bebés que no tiene esa vacuna y, peor la cosa, ahí viene el sarampión.
