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La respuesta mundial al COVID-19 debe abordar los derechos y las necesidades de las mujeres y las niñas

Columnista Invitado Nacional

Columnista Invitado Nacional

Por Mark Lowcock* y Natalia Kanem**

En una semana en la que a personas de algunas partes del mundo se les ha dado motivo de optimismo por haber superado el pico de la pandemia, hemos visto cómo las acciones extraordinarias de algunos individuos pueden cambiar la trayectoria de toda una nación.

Médicos y médicas jubilados poniéndose de nuevo en la primera línea, enfermeras haciendo sus propias mascarillas para poder tratar a los enfermos, padres separados de sus hijos para cuidar a personas que sufren del virus.

En la mayoría de los casos se trata de mujeres. A nivel mundial, las mujeres constituyen 70% del personal de salud. También desempeñan la mayoría de las funciones de cuidado en los hogares y en las comunidades. Las mujeres realizan esta labor esencial a pesar de los obstáculos y las desigualdades.

Por eso la actualización de nuestro Plan de Respuesta Humanitaria Global para combatir el coronavirus, publicado hoy, tiene a las mujeres en el centro. Sabemos, por experiencia, que invertir en mujeres y niñas produce dividendos para todos. Lo vemos nuevamente con el COVID-19.

En los hospitales y en los hogares, las mujeres están en primera línea en esta lucha contra el COVID-19. Sabemos que las acciones locales se traducen en beneficios globales. Si hay algo que hemos aprendido sobre esta pandemia es que el mundo se ha unido para enfrentarla y sólo podemos derrotarla si actuamos como uno solo.

Según la Organización Internacional del Trabajo, las mujeres realizan 76% del total de horas de trabajo de cuidado no remunerado a nivel mundial. Ellas sobrellevarán el mayor peso del cuidado de los enfermos y ayudarán a detener la propagación del virus.

Debemos equipar a las mujeres con lo que necesitan. Hagamos posible que se mantengan seguras y con apoyo. Es lo correcto y también lo más inteligente para que puedan seguir salvando y mejorando vidas.

A medida que la capacidad de los sistemas de salud se vaya mermando, muchas personas con COVID-19 necesitarán ser atendidas en casa. Esto aumentará la carga de trabajo de las mujeres y las pondrá en mayor riesgo de infectarse.

Y mientras el mundo lucha contra la pandemia, sabemos que tenemos otra epidemia que superar: la violencia perpetrada contra las mujeres, y las desigualdades que las dejan más expuestas a vivir en la pobreza y sin acceso a los servicios esenciales.

Sabemos que los aislamientos y cuarentenas son esenciales para eliminar el COVID-19. Sin embargo, pueden dejar a mujeres atrapadas con parejas abusivas. En las últimas semanas ha habido un dramático incremento en las denuncias de violencia doméstica en muchos países. En algunas naciones se ha duplicado el número de mujeres que llaman a los servicios de apoyo.

Los entornos humanitarios, que ya se han visto afectados por años de guerra y pobreza, no serán diferentes, salvo que, a menudo, hay pocos lugares dónde denunciar los abusos o buscar refugio para que las mujeres y sus hijas e hijos puedan estar a salvo.

Si nos tomamos en serio la derrota de este virus, debemos promover y proteger la salud y los derechos de las mujeres, para su propio bienestar y para que puedan seguir promoviendo y protegiendo la salud de los demás.

Por eso, el Plan de Respuesta Humanitaria Global de las Naciones Unidas para combatir el COVID-19 establece acciones específicas para que esto se pueda lograr en los entornos más vulnerables.

Este plan global ya está ayudando a instalar lugares para lavarse las manos que sean seguros para el acceso de las mujeres y las niñas; entregar equipo y suministros médicos vitales, incluso para atender la salud de las mujeres; y llevar trabajadores humanitarios y suministros a donde más se necesiten.

El plan reconoce el impacto desproporcionado que tiene la pandemia sobre las mujeres y las niñas. También reconoce su poder para derrotar el virus. El UNFPA utilizará los recursos del llamado para priorizar las necesidades de las mujeres y las niñas, incluida la colaboración con grupos locales de mujeres para crear espacios seguros.

Todo esto es posible gracias a la generosidad de los donantes. Se necesita mucho más. Contamos con que los donantes continúen financiando el Plan de Respuesta Humanitaria COVID-19, manteniendo, al mismo tiempo, los planes de respuesta humanitaria y para los refugiados existentes.

Instamos a todos los gobiernos a que hagan de la prevención y la erradicación de la violencia contra las mujeres una parte fundamental de sus planes de respuesta nacional al COVID-19.

Cada día, las mujeres superan obstáculos y desigualdades para tratar y atender a los infectados por el virus, trabajando con ahínco para contener el virus y ayudando a sus familias y comunidades a protegerse.

Tenemos la obligación de proporcionar a estas mujeres las herramientas y los servicios que necesitan, así como la justicia y la igualdad a las que tienen derecho, en los hospitales, en los hogares y en sus comunidades.

Estamos decididos a hacer todo lo que podamos para luchar contra este virus mortal, y eso significa abordar las desigualdades que, de otro modo, nos frenarían a todas y a todos.

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