Retiemble su eco en Palacio

Hace falta fabricar una nueva cotidianidad basada en la cruda y pura realidad, pero también en la esperanza de que esto pasará y volveremos todos a vivir como solíamos hacerlo.

Quiero confiar en las autoridades sanitarias y acatar sus resoluciones; me parece la opción más cercana al sentido común y la única que puede articularse con la sociedad para dar resultados; encuentro al Dr. López-Gatell acertado, seguro, amable con quien le pregunta y siempre dispuesto a la respuesta serena; en  conferencia de prensa, el subsecretario dio a conocer que personal médico ha sido agredido en la calle y que, desde luego, es algo que reprueba y que nos cubre de vergüenza; mientras en España o Francia, cada noche se les dedican aplausos, aquí nos damos el lujo de golpear una enfermera en el transporte público porque tememos su contagio. Es a la animalidad que ocultamos, a nuestros instintos primitivos, dispuestos a saltar cuando el estrés y el miedo le coman el plato a la razón, a lo que más miedo le tengo. Porque lo que hace falta es fabricar una nueva cotidianidad basada en la cruda y pura realidad, pero también en la esperanza de que esto pasará y volveremos todos a vivir como solíamos hacerlo.

Ha acertado el Presidente en ceder los reflectores técnicos sobre quien bien puede hacerlo mejor, es una muestra no sólo de sencillez, sino también de inteligencia, un punto táctico a favor; pero el hombre que ha gozado de la más alta votación en la historia nacional no puede fallar en aquello que lo llevó al lugar que soñó, acarició y buscó por casi dos décadas: su liderazgo y su capacidad de encuentro con su gente que hoy, nos guste o no, le guste o no, somos todos los mexicanos; sí, también los fifís, los conservadores y los adversarios. Hay algo que el Presidente está perdiendo con rapidez y que los ciudadanos debemos apuntar para que él lo sepa y lo solucione, está perdiendo una cercanía que no está en el abrazo ni en el beso, que no está en la gira y la visita al pueblecito olvidado, algo que está en la capacidad de soñar y engendrar futuro, de crear destino, de ofrecer rumbo. Eso que lo llevó a la presidencia pese a tantos y contra todo pronóstico.

Yo puedo entender que en el informe trimestral no tenía que dar un programa económico detallado, estoy consciente que de eso, igual que sucede con las políticas sanitarias, ya se ocuparán los especialistas, pero eso es otro asunto porque lo que me preocupa es el sentido y la forma del discurso; lo que vi fue una alocución de soledad, de cuarentena. ¿Por qué resaltar el aislamiento en un patio de Palacio Nacional si no había nadie para presenciarlo?, ¿no era suficiente el despacho presidencial? algo más íntimo y más cercano; ¿por qué esta vez Roosevelt y Bolívar? si no necesitamos un new deal y aquel no se parece en nada a nuestra coyuntura, lo que queremos saber es de dónde va a salir para la quincena y no el mes que viene, sino en la que sigue y en lugar de un Bolívar palúdico no sé si ahora, pero creo que se trata de oír cinco pasos certeros, sencillos y claros en la resistencia a la enfermedad y en la salida a la recuperación.

Los mexicanos somos una sociedad muy peculiar y me preocupa que nuestra cultura, que es profundamente solidaria, ahí tienen la plataforma México vs. Covid-19 que Simón Levy presentó hace unos días, una sencilla, pero eficaz conjunción de buenas voluntades para satisfacer necesidades puntuales, sea al mismo tiempo hija de rencores profundísimos, con una necesidad ingente de violencia y altanería, provenimos tanto de la ternura y la solidaridad como de la insolencia y la soberbia; la principal labor del Presidente, de manera histórica, es mediar entre esos dos principios, mantener a raya sus excesos y favorecer el encuentro. No quiero ver que esa distancia siga ampliándose, no por mí, no por mis hijos, no por el Presidente, por la sociedad que necesita concierto y convivencia en momentos que todavía serán más críticos.

Desde luego que apuesto a que las autoridades de salud sabrán hacer lo correcto, creo que en caso de emergencia todos deberíamos dejar de lado nuestras diferencias e intereses para sacar adelante la circunstancia, pero me angustia mucho ver al Presidente gritar ¡Viva México!, ese grito que concita siempre lo mejor de nosotros y escuchar como respuesta sólo un eco que acentúa la soledad del instante porque en ese grito lo más importante no es exclamarlo, sino escuchar emocionado su respuesta.

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