Pumas y leones

El tiempo es así, sobre
todo cuando estamos
en el ritmo de los momentos interesantes, pleno de contradicciones
y de contrastes.

El nuestro no es la excepción, no lo serán los que vienen, las resistencias al cambio, la inercia de las conductas viejas y arraigadas y hasta la comodidad de la indiferencia, aparecerán, sin duda; sin embargo, un movimiento en la conciencia, en lo que vemos de nosotros mismos, se ha operado y eso, como todos sabemos, no tiene vuelta atrás.

Apenas unos días separan dos hechos contradictorios que nos hablan de esta situación, eso amerita una lectura. La UNAM es uno de los depósitos más importantes de valores y cultura en nuestro país, me atrevo a decir que en el continente; no hay movimiento social, político o económico que no se haya cocinado primero, como idea y como sueño, en los hornos intelectuales de la máxima casa de estudios, pero es frágil, carece de una fuerza interna que la proteja y por su naturaleza está expuesta a ataques desde muy distintos puntos de vista. Diversos hechos, lamentables todos, condujeron a un grupo de estudiantes a manifestarse de manera pacífica ante las puertas de la rectoría; hay que decir que eso es una práctica común, todo el tiempo los universitarios se manifiestan y debaten, exigen y construyen; en esta ocasión, además, tocaba uno de los puntos nodales de la convivencia universitaria, la violencia, la delincuencia, el feminicidio y la inseguridad en las instalaciones de la casa que es de todos los mexicanos; los estudiantes fueron recibidos por una banda, que, como buenos bárbaros, estaban equipados con armas rudimentarias —palos, cuchillos y fuego—, hirieron y lastimaron, pero no acallaron. A esas bandas les llamamos porros, de ellas estamos hartos los universitarios, de sus prácticas y tradición estamos cansados todos los mexicanos. Representan las prácticas primitivas y brutales de las peores épocas de la política nacional. Los pumas no se detuvieron, un par de días después, miles y miles de estudiantes, en una manifestación pacífica, responsable y seria, dieron muestra de que no se juega con la inteligencia, que no se le amenaza y que no se le detiene. Tiempo es este de pumas.

Pasaron otros cuantos días, la noticia debió correr como un reguero de pólvora, incendiar los medios y causar un orgullo que bien nos merecemos; el mercado de los medios atiende a muchos motivos y, por lo tanto, no fue tan notorio como el Óscar, pero se trata de un premio tanto o más trascendente: Alfonso Cuarón se lleva el León de Oro de la Bienal de Venecia con su película Roma. A simple vista pareciera un premio más en la lista del cine nacional de los últimos tiempos, no obstante, se trata de una cinta de producción y dirección mexicana, que toca el tema de un mexicano compartiendo su memoria en la capital de la República y ahí es donde nos vemos ahora, tomando conciencia de quiénes somos, de lo que somos capaces y de hasta dónde podemos llegar; el león de oro, león alado de San Marcos que llega a nosotros gracias al arte, la ciencia y la industria cinematográfica.

Pumas y leones en nuestra iconografía contemporánea, es una muestra de que, más allá de los partidos y los movimientos, las transformaciones políticas o los gobiernos que se van y que vienen, lo que presenciamos es un cambio en la conciencia colectiva; hay algo que se nos ha despertado y, a diferencia de lo que sucedió en otras épocas, esta vez tenemos una mayor capacidad para leer las señales de los tiempos e interpretarlas; lo de la marcha en la Ciudad Universitaria no es una cuestión de chamacos exaltados, es la voz de una sociedad cansada de arreglar las cosas por debajo de la mesa, sintiendo los efectos de quienes toman las decisiones sin consultar y sin medir, de quienes recurren a la violencia para ajustar cuentas; poco importa cuál sea su signo y cuál su propósito, es que las cosas ya no se pueden arreglar de esa manera y todos lo sabemos; tenemos mejores elementos, mejores formas de comunicarnos entre los ciudadanos y lo de Cuarón nos viene a cuento porque la transformación nace de un nuevo discurso cultural que debe permear la vida política y social; somos capaces de transformarnos, de dejar de ser el país donde sigue habiendo linchamientos porque estamos cansados de la impunidad, pero también porque hasta la civilización está mal distribuida.

Al puma se le llama león americano; los leones americanos han hecho sentir su presencia, por analogía, nos han traído de Europa, de la vieja y hermosa Venecia, un león, algo así como un puma europeo, alado y lleno de arte y de imágenes gloriosas que retratan viejas décadas de esta ciudad. Deseo, con leal franqueza, que este tiempo de leones y pumas no se detenga por los compases de las arenas políticas, que seamos los ciudadanos los que marquemos el paso, que ya se ve, tenemos la voluntad, la inteligencia y, sobre todo, la necesidad para hacerlo.

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