‘Jarripotterotzin’, el chamán globalizado
La frivolidad es uno de los disfraces favoritos de la temporada; es útil para disimular la ignorancia, apropiada para el marketing político y fantástica para el humor, al menos al principio; por otra parte, aburre muy pronto y va exhibiendo con el tiempo las carencias ...
La frivolidad es uno de los disfraces favoritos de la temporada; es útil para disimular la ignorancia, apropiada para el marketing político y fantástica para el humor, al menos al principio; por otra parte, aburre muy pronto y va exhibiendo con el tiempo las carencias de quien la utiliza para cubrirse; los llaneros de la política, ya sabe, los de los golpes espectaculares, pero sin efectos —hacer berrinches para disfrazarlos de ejercicio de libertades o protestas—, van ocupando su sitio junto a los graciosos de las redes que se comen una rebanada de jamón de un golpe o bailan con su gatito. La mañanera inaugura una nueva sección, en la radio le llamábamos hace mucho “la hora de la complacencia", usted consigue una acreditación de un medio de comunicación, no importa si el medio existe o es una página de YouTube con dos visitas por mes, cuando su momento le toque, puede proponer la idea más descabellada que se le ocurra, si es tan disparatada como para llevar al público al borde en que no sabe si reír, llorar o poner atención, su idea recibirá la promesa de ser llevada ante los comités que toman las decisiones. No hace falta un proyecto, basta con una idea peregrina, no recibirá una promesa de realización, pero sí de seguir jugando en la siguiente etapa.
Tenochtitland, en los terrenos del Lago de Texcoco, donde alguna vez habrá un aeropuerto, es una promesa de lo más simpático, montañas zapotecas para que suene a tono, dedicadas al vuelo de Quetzalcóatl, alguien ya aventuró la atracción de los piratas de Xochimilco, una recreación de las valientes huestes de Moctezuma atacando el bergantín de Cortés para regocijo de los visitantes; el Tzompantli y los sacrificios humanos que esperan candidatos, buen momento para proponer los suyos y para mí que me gusta esto de la chunga y el relajo, digo, nomás para romper la solemnidad, que bien podría ponerse el puesto de Jarrripoterotzin, el chamán globalizado, que nos traiga lo mejor de otras magias y sea el escaparate de nuestras limpias, amarres, chuparrosas y bonitos hechizos locales. Total, ya todo es posible.
El punto es que ya las mañaneras dieron de sí; esto es, nadie espera ya nada de ellas y se han convertido en el cafecito matutino con chistes más o menos gastados, el sermón de rigor y desde hace unos días, la hora de las complacencias. En la medida que el mensaje no es claro, que no apunta hacia un objetivo, la frivolidad parece ser un buen sucedáneo para el bomberazo, el bateo instantáneo de la bola suelta. Seamos francos, por qué el Presidente tiene que explicar los memes de moda, canalizar el parque de diversiones de Tenochtiland; no bastaría con una semanal en la que de verdad supiéramos a dónde corre este trenecito que da la vuelta al parque de un aeropuerto abandonado dentro de un lago desecado donde alguna vez hubo gloria.
Tal vez la Secretaría de Cultura podría hacerse cargo de esta novedosa idea, es decir, si perdió la oportunidad de canalizar el discurso de la transformación e imprimir movimiento, ideología y sentido a todas las acciones públicas; ahora puede aprovechar para diseñar suculentos menús de escamoles y mixiotes para solaz de los turistas.
Ya en serio, descendamos del barroquismo en el que todos nos hemos metido, vamos metiendo orden en la discusión, ya son muchos los actores sociales que desde sus organizaciones, desde las redes de pequeños actores, están llevando los caminos de la discusión y el gobierno está renunciando, casi sin darse cuenta, a un liderazgo que, ya se vio en las elecciones pasadas, no es patrimonio de nadie.
*Escritor. Abogado
