España en la memoria, México en la esperanza
Hace 80 años España, la España de la legalidad y la democracia, se vio sola, abandonada en medio de su desgracia, por todos, salvo por México. Decenas de niños llegaron a Morelia para salvarse de la destrucción, la persecución y la muerte
Hace ya 80 años una rebelión militar detuvo el avance de la democracia y de la tradición liberal española; siglos de esfuerzos, de cultivo de la inteligencia, la libertad y el pensamiento que habían desembocado en la proclamación de la Segunda República española. Hombres libres de todo el mundo acudieron en masa a defender el gobierno legítimo de un país que avanzaba con dificultades y resistencias en la transformación de una sociedad que reconocía la igualdad del hombre y la mujer, que entraba en la laicidad y procuraba el bienestar de los trabajadores, hombres como Hemingway, Silvestre Revueltas o George Orwell; los fascismos ensayaron en una tierra sacudida por la rebelión, sus armas y sus políticas de guerra de exterminio. El mundo contempló impávido cómo se exterminaba un gobierno emanado de las urnas, con un orden constitucional impecable, pero ninguno pareció entender que lo que presenciaban era el preludio a la insania que vendría con la Segunda Guerra Mundial.
Hace 80 años, miles de hombres y mujeres defendieron su patria, su Estado y su legalidad; lo tenían todo: ley, razón y justicia y, sin embargo, fueron derrotados. Aquello significaba una crisis mundial de valores, ya la justicia no estaría del lado ni de la razón ni de la legalidad, estaría a favor de los fuertes y los asesinos; hace 80 años España, la España de la legalidad y la democracia, se vio sola, abandonada en medio de su desgracia, por todos, salvo por México.
Decenas de niños llegaron a Morelia para salvarse de la destrucción, la persecución y la muerte; ellos fundaron una raíz de vida en su nuevo país, se quedaron y prosperaron. Hace 80 el barco Sinaia llegó a Veracruz y trajo vidas de mujeres, niños y hombres que habían sido salvados por un gobierno amigo, el de Lázaro Cárdenas, que ofreció la paz que no obtendrían en su tierra. Los republicanos cumplieron la misión de defender su país y su legalidad, y no fueron derrotados por los rebeldes, sino por una confabulación internacional de la que no podían defenderse; ellos resistieron en Madrid, en Barcelona y en Alicante; ellos cruzaron el Ebro y aunque fueron rechazados no lo abandonaron; ellos se hicieron leyenda; con sus contradicciones, tan humanas como la libertad, dijeron al mundo que la verdad y la justicia podían ser derrotadas, pero no exterminadas y con ese bagaje cruzaron el mar y llegaron a nuestros país. Hace 80 años, el presidente Azaña había exigido como condición del final de la guerra: paz, piedad y perdón; nada de ello lo tendrían los suyos, pero un pueblo y un gobierno amigo les dieron eso y más, algo que se encuentra rara vez entre los hombres: comprensión, compasión y fraternidad, ese gobierno fue el de Lázaro Cárdenas y ese pueblo es el nuestro.
En la patria que muchos pensaron era provisional y se volvió permanente, cumplieron nuevas misiones: en fábricas y hogares, en colonias como la Tabacalera o en ciudades como Pachuca o Villahermosa, familias completas renovaron nuestra identidad y alentaron el diálogo con nosotros mismos, cumplieron la misión de integrarse, de enriquecernos y de permanecer; otros cumplieron la misión de escribir la literatura que ya no sería ni española ni mexicana propiamente dichas, sino nuestra, de la lengua española; Aub, Garfias, León Felipe escribieron mucho y magníficamente, otros se abocaron a las universidades, a la Nacional y a las de los estados, al Colegio de México; unos más investigaron en medicina y salvaron vidas o crearon sistemas de salud donde no los había, otros construyeron obras imperecederas como buena parte de la Ciudad Universitaria o el Palacio de los Deportes; ellos cumplieron su misión en un país que no había sido suyo, pero que se convirtió en su hogar, en su mausoleo y en la tierra de su reposo y su transtierro; ellos, en fin, los que parecían haber sido derrotados, al cabo de 80 años resultaron vencedores porque su memoria es esclarecida y cultivada, porque su recuerdo pervive en sus hijos, sus nietos y biznietos, en los que se educaron a la vera de sus enseñanzas. Ellos cumplieron así otra de sus misiones.
Hoy, cuando muchos se han marchado para siempre, volvieron a cumplir la que tal vez sea la última de sus misiones, después de las tensiones diplomáticas entre España y México, en el muro de honor de la Cámara de Diputados, se convirtieron en símbolo de la amistad y la hermandad entre ambos países, su testimonio y su vida se convirtieron en puente de fraternidad, en encuentro ya no amargo y ni siquiera nostálgico, sino pleno de vida y esperanza; ese día España dijo gracias a México y México dijo viva España. Los republicanos así, han cumplido la misión que la historia les había guardado. A ellos, de corazón, muchas gracias.
