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El hambre y las ganas de comer

César Benedicto Callejas

César Benedicto Callejas

Lo malo de estas situaciones críticas es que sacan a flote lo peor de nuestras sociedades y de nuestras personas, por eso decimos que las desgracias nunca vienen solas o, como decía mi abuela, que se junta el hambre con las ganas de comer. Aquí estamos en la confusión del salir o no, si suben o no los contagios, hundidos en esta forma primitiva de miedo que nos va arrojando hacia la caverna si no tenemos la luz de la razón y la serenidad para darnos cuenta que los cambios y que las circunstancias han cambiado y que así es, así será.

Me refiero a lo que está sucediendo en Estados Unidos, a los motines y revueltas por motivos raciales; pareciera que la historia no ha avanzado nada, que la presidencia de Obama, por no ir más atrás, no caló tan hondo en aquella sociedad; sumemos a la violencia y la destrucción el repunte en los contagios que vendrá en esas concentraciones humanas, en la deshumanización del racismo institucional y en la causa de más miedo que se cuela en las sociedades y entonces, ¿qué pasa con nosotros?, por qué somos tan renuentes a aceptar nuestro propio mal, por qué tenemos que admirarnos del espejo del vecino si tenemos una sociedad profundamente marcada por divisiones raciales, a las cuales disfrazamos de muchas cosas, de la amabilidad del diminutivo con que ocultamos los defectos … “está prietita, pero “está bonita…”, acusando a los de distintos orígenes… “es que no son mexicanos… que concluyen con una petición de principio, no somos como los gringos y en México no hay racismo.

El hecho es que en nuestro país, en todas las ciudades y en todos los estratos, los mejores salarios, las oportunidades, incluso los modelos raciales pasan por el tamiz racial, las duras cifras del Conapred demuestran que, en efecto, el color de la piel está ligado en México con el color de la piel y el origen étnico; para los de tez más clara los mejores sueldos y las mejores oportunidades, aunque somos un pueblo de indígenas y mestizos mayoritariamente: indio sigue siendo uno de los peores denuestos; si miramos la televisión los modelos de belleza tratan de parecer lo más europeos o claros posibles. Vamos, si lo de las razas humanas es un mito que debíamos haber superado después del desastre de la Segunda Guerra, no hay algo así como “razas humanas”, la raza es un concepto biológico que determina un estándar, de acuerdo con los estudiosos o los criadores de especies, es decir, es una idea, un modelo que se aplica a cierto grupo de animales. Los humanos no cabemos ahí porque no existe el estándar del criador o la etiología de las características, cuando digo negro me refiero a mil y una variedades de formas de ser, de colores de piel, de orígenes; los propios nazis tuvieron que acuñar el modelo de judío porque la realidad no les cuadraba. Hablar de razas es ya una señal de racismo; hay grupos humanos, orígenes étnicos, culturas y sólo un enorme grupo humano que se ha sometido al mestizaje desde que se reconoció a sí mismo como entidad autónoma.

Claro que alarma la pésima respuesta de EU. En México no ha sucedido un estallido racial porque, éramos muchos y parió la abuela, los grupos excluidos son, además, los más sometidos y los más pobres; el primer paso es reconocer nuestro problema de racismo, somos el alcohólico que no ha querido reconocer su enfermedad y por eso no puede renunciar a la bebida; ¿no es acaso cierto que la diseminación de la epidemia pasa también por el hecho de que la población que mejor puede defenderse, la que puede quedarse en casa donde tiene computadora e internet para trabajar, no es precisamente la de los indígenas en situación de calle en las ciudades o en las comunidades rurales?, cuando tengamos que hacer el recuento de los daños ya lo veremos, vaya, el que puede pagarse una prueba por sí mismo no tiene que pasar por el calvario del servicio público, como pasa con las escuelas, como pasa con todo en nuestro país.

Si es que el mestizaje del mexicano es proverbial, ya no hay criollos, aunque muchos vivan con la pata en Europa o en Estados Unidos, cada quien se ve como quiere verse, pero el hecho es que si le rascamos tantito a nuestra ascendencia, necesariamente aparece el indio y el mestizo, el negro y el asiático, ése es nuestro orgullo.

El clasismo en México es una manifestación del racismo en su modalidad de creencia de clase y esas sí que existen en nuestro país, se diferencian mucho y con claridad tienen no fronteras, sino murallas entre ellas. Si el aislamiento y las nuevas formas de convivencia no nos mueven a reflexionar el punto es que estamos en grave riesgo de no ver lo que somos y las enfermedades que padecemos. Claro que me escandaliza y me lastima ver lo que sucede en EU, pero mucho más que nos admire o que no nos mueva a decir que nosotros podemos ser los siguientes.

Alfonso Reyes dedicó toda su vida a escribir sobre México, a ese conjunto de textos, los dedicados a nuestro país, lo llamó “en busca del alma nacional” y es el hecho de que en esa misma búsqueda seguimos, salvo que en eso como en otras cosas, no queramos ver la realidad.

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