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Blade Runner 2019, la muerte de la compasión

César Benedicto Callejas

César Benedicto Callejas

En 1947 Blanche Dubois, la protagonista de Un tranvía llamado deseo, dio vida a una de las mejores frases de Tennessee Williams y tal vez a una de las verdades más lacerantes y profundas de la existencia, “siempre he dependido de la bondad de los extraños”; parte central de ese hecho encarna nuestro ser desvalido frente a la naturaleza y el entorno, a esa bondad le llamamos compasión y consiste en la facultad de sentir con el otro, de acompañarlo en su dolor y, en ese sentido, procurar evitarlo o mitigarlo de alguna manera. Creo que en este siglo, en lo que va de él, con toda la diversidad a la que hemos dado aliento, encontraremos de todo entre las mujeres y los hombres, pero lo más escaso será la compasión.

Cuando apenas arrancaba noviembre, honré la memoria cinematográfica de uno de los libros más logrados de la ciencia ficción, Blade Runner, de Ridley Scott, basada en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick. Ambas obras magníficas. El hecho es que los autores sitúan los hechos en noviembre de 2019; del mismo modo en que en su época, 1984, de Orwell, despertó mi curiosidad y conforme a lo que podría esperarse me puse a cazar los aciertos y desaciertos de su predicción, me encuentro con que hoy muchos se han detenido en el hecho de que en el 2019 de Scott y de Dick, no hay coches voladores; tal vez ahora ya mucho más viejo, no sean esos detalles los que atraigan mi atención, sino algunos aspectos de fondo. En 1984 yo tenía 14 años, hoy tengo 49; el mensaje de ambos momentos me llega, pues, en circunstancias muy distintas.

Entiendo ahora, por ejemplo, que tanto el libro como la película son un alegato sobre la muerte de la compasión y en eso sí que acertaron, aunque sus ciudades futuristas no se parezcan a las nuestras de la actualidad. Para exterminar a los “replicantes”, sus verdugos se basan en una prueba que mide la capacidad de empatía, esto es, de compasión, los androides no pueden generar emociones, cuando se identifica ello, son retirados; el problema comienza cuando Nexus, la nueva generación de replicantes, viene con memorias humanas incluidas y son capaces de generar emociones, algunos de ellos ni siquiera saben que son robots sofisticados; a cambio de su humanidad se les ha programado para vivir cuatro años. No contaré la trama, desde luego, pero sí debo apuntar que es la compasión del más cruel de los replicantes el que le permite vivir a Rick Deckard, el más afamado de los exterminadores de robots, y es su propia compasión la que le permite vivir a Rachael, la replicante que tiene que enfrentarse a la realidad de no ser humana y es gracias a la compasión de Gaff, el colega de la policía que Deckard y Rachael pueden comprometerse en un amor sin esperanzas. Todo en medio de la banalización de la muerte y el dolor en una sociedad donde la compasión está muriendo.

Vi la película esta vez en compañía de mi hija que, esperamos, además de campeona de esgrima, llegue en su momento a ser una artista gráfica, mi intención era que se llenara de imágenes y de estética, como corresponde a los creadores de su género, pero en cambio, lo que resultó fue esta reflexión sobre cómo hemos desechado la compasión de nuestras vidas. Desde luego, asistimos furibundamente alegres a los linchamientos en las redes sociales, cualquier traspié, cualquier defecto, cualquier error, aunque no sea cierto, es suficiente para abonar con la ofensa, la denuncia, el señalamiento o sencillamente con el silencio; respondemos con furia enorme cuando se trata de atacar al que ha expresado ideas que no nos gustan, al que quiere vivir diferente o vaya, con humano derecho, al que se ha equivocado. Celebrábamos antes nuestras libertades, ahora celebramos cuando hemos hecho callar a alguien; temas que no se tocan, cosas que no se dicen y, si me apuran y volvemos a Dick, pronto habrá cosas que no se deban pensar.

En nuestros últimos encuentros, amable lector, hemos hablado de violencia y desencuentro, ahora de la muerte de la compasión y el desamparo de los mejores sentimientos, pero todavía somos capaces de entender el hecho y confrontarlo, mientras eso pase, quienes anhelamos la paz y la tranquilidad no estaremos del todo vencidos.

 

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